JETHRO TULL

Ian Anderson: voz y flauta / Martin Barre: guitarra / Jeffrey Hammond-Hammond: bajo / Clive Bunker: batería / John Evans: teclados

 OTROS: Mick Abrahams: guitarra / Glenn Cornick: bajo / Barriemore Barlow: batería / David Glascock: bajo / David Palmer: teclados

ÍNDICE

TEMAS SOBRESALIENTES

        - Introducción

1968 - This Was

1969 - Stand Up

1970 - Benefit

1970 - Live At Carnegie Hall (live)

1971 - Aqualung

1972 - Thick As A Brick

1973 - A Passion Play

1974 - War Child

1975 - Minstrel In The Gallery

1976 - Too Old To Rock n' Roll Too Young To Die

1977 - Songs From The Wood

1978 - Heavy Horses

1978 - Bursting Out (live)

1979 - Stormwatch

1980 - A

1982 - Broadsword And The Beast

1984 - Under Wraps

1985 - A Classic Case

1987 - Crest Of A Knave

1989 - Rock Island

1991 - Catfish Rising

1992 - A Little Night Music

1993 - Nightcap

1995 - Roots To Branches

1999 - J-Tull Dot Com

2002 - Living With The Past (live)

2003 - Christmas Album

 

SINGLES y ARCHIVOS:

1972 - Living In The Past

 

CONCIERTOS:

Concierto de Jethro Tull en Buenos Aires (22/03/04)

Beggar's Farm (This Was)

Serenade To A Cuckcoo (This Was)

A New Day Yesterday (Stand Up)

Bouree (Stand Up)

Nothing Is Easy (Stand Up)

Sweet Dream (Single)

With You There To Help Me (Benefit)

To Cry You A Song (Benefit)

Teacher (Single)

Aqualung (Aqualung)

Cross-eyed Mary (Aqualung)

Mother Goose (Aqualung)

Locomotive Breath (Aqualung)

Thick As A Brick (Thick As A Brick)

Skating Away On The Thin Ice Of A New Day (War Child)

Bungle In The Jungle (War Child)

Minstrel In The Gallery (Minstrel In The Gallery)

 

INTRODUCCIÓN

 

¿Han visto alguna vez a esta banda en fotos? ¿No? ¡Pues entonces sube un poco la página y verás una! ¿¡Listo?! Muy bien, entonces podemos seguir. En fin, a lo que quiero ir es que los tipos parecen CUALQUIER COSA menos una banda de rock. ¿Cirujas que limosnean en las puertas de las iglesias? ¿Vagabundos que guitarrean alrededor de una fogata? ¿Corsarios a bordo de un galeón buscando tesoros en los mares? ¿Deshollinadores londinenses agremiados del siglo XIX? Todo eso podría creerlo, pero nunca se me ocurriría que tales barbudos y novelescos personajes fueran una BANDA DE ROCK!!! Sin embargo, sí son una banda de rock, y de las buenas. Aquella que, en honor a un ignoto inventor de la revolución industrial, se ha dado en llamar Jethro Tull.

Se la suele considerar una más dentro del movimiento del rock progresivo, junto a monstruos como Genesis, Yes, King Crimson, Emerson Lake & Palmer etc. No obstante, esto se trata de una burda, vulgar e insensata simplificación. Jethro Tull, siendo sinceros, no se puede encasillar en ningún lado: están las bandas de hard-rock, las bandas de prog-rock, las bandas de metal, las bandas de punk, las bandas de blues-rock, las bandas de pop-rock y... tambien está Jethro Tull. Fuera de todo eso y a la vez abarcándolo todo. Bueno, tampoco se vayan a creer que se trata del grupo más versátil y variado de la historia, no, pero su sonido y su estilo ciertamente no tienen imitación ni símil alguno: son una banda ÚNICA, nadie puede parecerse a ellos; nadie más fue, ni es, ni será como el viejo y querido Jethro Tull.

¿Y a qué se debe esta singularidad? A un poco de todo. La banda tiene a un líder muy, muy, muy, MUUUUY talentoso llamado Ian Anderson. Sin desemerecer a los fantásticos instrumentistas que han contribuido con el grupo, decir Jethro Tull es casi lo mismo que decir Ian Anderson. Él componía las canciones, él escribía las letras y eran su visión artística, sus ambiciones, sus fantasías mentales las que fueron guiando al grupo por distintos derroteros musicales a lo largo de sus 35 años de historia. El tipo tiene un mundo distinto en la cabeza, y eso lo prueba su clásica imagen de vagabundo rotoso, barbudo y pelilargo saltando en una pata sobre el escenario y bailando mientras toca la flauta. Es una de esas postales paradigmáticas de la música, un sello que le da a la banda una de las identidades más fuertes y únicas del rock. Pero claro; la "imagen" no es todo, también está la música. Definir la música de Tull en pocas líneas es poco menos que una quimera, pero debo intentarlo. Como dije antes, tienen un sonido especial, diferente y clásico; las ambiciones compositivas de Anderson dieron como fruto una aleación inimitable de jazz, hard-rock, música clásica y folk europeo, recubierta por estilísticas medievales y ancestrales que le otorgan un espíritu añejo y pintoresco a todo ello. A través de este formidable hilo conductor, la banda se ha movido en diferentes direcciones a lo largo de su carrera.

Cuando arrancaron se identificaron con una música blues-rock que nada tenía de progresiva. Pero aún desde esos humildes comienzos se podía advertir que no serían un grupo más. Es que Ian Anderson, introdujo al típico power-trío del rock de los 60 (bajo, batería y guitarra) un instrumento poco usual: la flauta. Y no es que introdujo la flauta así nomás y chau, ya era un rebelde. La adaptó con inteligencia, con originalidad y con una conciencia creativa admirable a los distintos formatos que iban abordando, fuera blues, fuera jazz, fuera hard-rock, fuera prog o fuera folk. En las canciones de Tull la flauta es más que un simple matiz: es una vedette, es una atracción fundamental que no se puede encontrar en ningún otro lado. A partir del despegue, Anderson empezó a poner cada vez más cosas en la licuadora, y del blues pasó enseguida a abrir un abanico espectacular de géneros que fue llevando a Jethro Tull hacia composiciones cada vez más complejas y, sobre todo, distintivas. La flauta, siempre ahí.

Dentro de este sonido especial, tan único, tan de ellos que logró la inspiradora tutela de Anderson, Jethro Tull tiene para todos los gustos. ¿Te gustan las buenas melodías? Jethro Tull tiene algunas de las más increíbles melodías del rock, tanto vocales como de flauta o guitarra. ¿Querés rockear y sudar un poco? Jethro Tull ocasionalmente se animaba a rockear duro, retumbante, crudo y pesado, con algunos riffs de antología mundial, ofreciendo harta competencia a bestias del hard-rock como Zeppelin, Purple o Sabbath. ¿Te gusta algo más tranqui, o acústico? Jethro Tull otorga algunas brillantes baladas acústicas y orquestadas que te harán derretir. ¿Sos de esos que se vuelven locos con los trucos complejos y los virtuosismos ostentosos? En su pico progresivo, Tull era capaz de los más intrincados, laberínticos y vuela-cerebros pasajes de música jamás concebidos. En fin, todo. Y lo mejor es que estas distintas facetas no necesariamente aparecían por separado: en una misma canción podían meter todas estas cosas juntas y hacerlas funcionar. Teacher, por ejemplo, rockea a full, pero también provee una melodía muy pegadiza y solos de flauta... ¿Se imaginan eso en otro grupo? Difícil ¿No?

Si tenemos que hacer una demarcación temporal de los estilos que han predominado a lo largo de su discografía, ésta sería más o menos así. Tull tiene tan solo dos discos que pueden considerarse progresivos en el sentido más terminante de la palabra: Thick As A Brick y A Passion Play, dos mausoleos musicales repletos de trucos, ideas y fuegos artificiales. Antes de eso y desde 1968, la banda había practicado bastante blues, un poquito de jazz, un poco de hard-rock y bastante folk-rock. Todos estos elementos fueron evolucionando, se fusionaron y alcanzaron una reunión cumbre en Aqualung y, sobre todo, Thick As A Brick. Se trata de la primera etapa del grupo, la más clásica, consistente, popular y recomendable, la que define su sonido. Luego del oscuro y rebuscado A Passion Play, Anderson volvió con toda la fuerza al rock basado en el folk inglés. Minstrel In The Gallery, Too Old To Rock And Roll, Songs From The Wood y Heavy Horses son álbumes de la llamada "etapa de folk-rock". Estos son momentos signados por la inconsistencia, y siempre se ha acusado a Anderson de concentrarse demasiado en el misticismo poético en detrimento de las buenas melodías y los buenos riffs. Sin embargo, los fans más acérrimos (que tampoco hay muchos... o sea, es difícil ser FANÁTICO de Jethro Tull como se lo es de los Rolling Stones) suelen señalar que aquí está el pico del grupo y lo cierto es que hay algunos clásicos importantísimos surgidos en estos años. Más adelante, entrando en los 80', Anderson empezaría a reciclarse un poco y a adaptarse a los tiempos, a través de algunos toques de heavy-metal y pop electrónico que no parecen ser muy felices. De todas formas, todavía no estoy muy familiarizado mucho con esta fase de la historia del grupo.

Por último quería decir algunas palabras acerca de la formación. A Ian ya lo conocemos: el maestro guitarrista, el flautista virtuoso y genial (porque eso era como flautista, escuchen y oirán), el compositor visionario, el músico extraordinario. Pero también está Martin Barre, el EXQUISITO guitarrista que empezó a partir del segundo álbum y que desde entonces pasaría a formar parte junto a Ian de la columna vertebral del grupo. Riffs maestros, solos espeluznantes, improvisaciones jazzeras de calidad... el tipo hacía de todo y lo hacía con clase y estilo... No es el guitarrista zarpado, sudoroso y extravagante típico del rock, ese que se presenta a tocar en cueros, drogado y con ojeras de tanto drogarse: es un tipo sobrio que simplemente también es un maestro de la guitarra. La formación más clásica se completa con el bajista Hammond, el baterista Bunker y el tecladista John Evans. Mención especial merece el bajista original del grupo, Glenn Cornick, por su destacadísima labor en en Stand Up.

Si hay que marcar algún punto débil de Tull, ese sería su inconsistencia. Ian Anderson tenía la manía de la sobreproducción y durante mucho tiempo de su carrera con Tull lo picó la frenética locura de publicar al menos un disco por año, lo cual no fue ningún problema mientras estaba medianamente inspirado (los primeros discos son el epítome de la consistencia), pero que se reveló pernicioso en cuanto se le agotaron un poco las reservas creativas. El resultado fue una seguidilla de álbumes verdaderamente flojos o, en todo caso, mediocres, con alguna gran canción apareciendo aisladamente cada tanto. También me animaría a decir que el "sonido Tull" que fueron consolidando durante los primeros álbumes pronto se hizo una norma demasiado rígida y nunca salieron realmente de él, es decir, se hicieron un poco predecibles. Pero esto no importa tanto, por que al menos se trata de un sonido rico en matices, producto de una fusión de diversos géneros e, insisto, totalmente único y diferente a todo lo demás. Jethro Tull es, por lo tanto, una de las grandes bandas de rock de los 70', una de esas que ningún tipo medianamente interesado en el rock puede darse el lujo de ignorar.

 


 

Ir a la sección COMENTARIOS DE LECTORES sobre JETHRO TULL!

Envíame tus comentarios sobre JETHRO TULL!

 


This Was – 1968

8-/10

"The old sun keeps on shining, but someday it won't shine for you"

1) My Sunday Feeling; 2) Some Day The Sun Won't Shine For You; 3) Beggar's Farm; 4) Move On Alone; 5) Serenade To A Cuckoo; 6) Dharma For One; 7) It's Breaking Me Up; 8) Cat's Squirrel; 9) A Song For Jeffrey; 10) Round.

BONUS: 11) One For John Gee; 12) Love Story; 13) Christmas Song.

mejor canción: Serenade to a cuckoo

A fines de la década de los sesenta, un camino confiable hacia el éxito para cualquier banda era tocar blues-rock. El pleno auge de Cream y Hendrix grabando sus placas más ambiciosas; los Stones volviendo a las raíces con Beggars Banquet y Let It Bleed; los Beatles huyendo hacia la simpleza despojada del White Album; los Who preparando el asalto monumental de Live At Leeds; la explosiva aparición del monstruo zeppeliano; el notorio surgimiento de Creedence en tierras americana, y un vagón en el que se acomodaban bandas de menor talla como Ten Years After, Traffic o Free, sintetizan con elocuencia las tendencias del momento. Aquellos fueron años para ese sonido blusero, ajustado, visceral y simplón; ese sonido clásico de retumbantes bajos, crujientes riffs de guitarra y extentidos grooves de blues, que parecía ser un antídoto necesario para los excesos psicodélicos y sinfónicos del infausto "verano del amor", así como el prolegómeno para otros excesos, los progresivos y metálicos, propios de los setenta.

Ian Anderson y su Jethro Tull no intentaron nadar contra la corriente a la hora de debutar, y se ajustaron perfectamente a lo que su tiempo demandaba: otro álbum de blues-rock. Claro está: Anderson tenía en mente planes mucho más ambiciosos para su banda, pero aún no era el momento. De forma premeditada, This Was fue concebido como una simple estrategma comercial para insertarse en el mercado de la manera más fácil posible; una vez asegurado el éxito masivo, ya nadie les impediría recorrer sus propios caminos. Pero ese éxito primero tenía que encontrarse, y qué mejor forma que tocando blues-rock. La gente quería blues-rock... ¿A cuántas bandas vimos hacer exactamente lo mismo? Muchas: sacan un álbum debut que simplemente se prende a la moda del momento, logran el éxito fácil y después, desde la cima donde todo es posible, dicen "bueno, ahora sí, a lo nuestro, esto es lo que REALMENTE queríamos expresar" y descargan una serie de experimentos de avanzada que sorprenden a todos. Este es el caso de Tull; no empezaron exactamente con una revolución (como sí lo hicieron Crimson, Doors o Hendrix) sino con una carnada. El título del álbum, This Was, es un guiño a esa metodología; Anderson sabía que Tull no iba a ser siempre una banda de blues-rock, tenía sus grandes planes para incorporar otras influencias y cambiar la música. Por eso nombró al debut This Was (Esto era), como dicendo "¿Oyen? Esto es lo que la gente escuchaba antes de que nosotros cambiáramos todo". Un tipo previsor ¿No?

Pero esto no tiene nada de malo. En cierta forma, hacer un álbum de blues era el test de rigor para la época: si lo lograbas ganabas status, sabías que podrías hacer el resto. Jethro Tull lo hace y lo hace muy bien, y además se las ingenia para incorporar un elemento nuevo al mundo del rock: la flauta traversa. La flauta es EL sello distintivo de Jethro Tull; la psicodelia tuvo sonidos de flauta con anterioridad, y muchas bandas progresivas la usarían regularmente, pero solo a Jethro Tull se le ocurrió agregar este instrumento al elenco del blues-rock tradicional. Anderson todavía no ostenta el máximo de su potencial aquí (los pasajes de flauta en Aqualung y Thick As A Brick se retorcerían a carcajadas si se encontraran con estos), pero la intención está y aporta una frescura distintiva que suena tan válida hoy como seguramente lo hizo en su momento. Más allá del factor flauta, This Was suena como un álbum de blues-rock genérico, sólido, agradable, cálido, más jazzero que heavy (de hecho, no es NADA heavy), eléctrico (ni una guitarra acústica) y salpicado de tonaditas irrelevantes que, no obstante, deberían satisfacer a los amantes del rock más clásico de la misma forma que me satisfacen a mí. Si te gusta el blues, te gusta This Was, tan sencilla ecuación como esa. Además, es el único álbum del grupo que dispone del guitarrista original Mick Abrahams, y aunque su estilo no es tan impresionante como el de su sucesor Barre, tiene algunos truquitos interesantes guardados aquí.

Arrancamos sobriamente con My Sunday Feeling, que es lo más derivativo a lo que puede llegar un blues, salvo por el característico sonido de flauta que aparece desde el segundo cero. Obviamente, derivativo no significa ordinario o aburrido... el blues por ley es derivativo; ésta es simplemente una canción más, que suena bien porque la banda es buena (interesante el ritmo de batería), pero que no sorprende mucho. Mucho más destacable es Some Day The Sun Won't Shine For You: sí TAMBIEN es un blues ultra-común, ultra-corriente y ultra-genérico, pero el sonido que logra la banda aquí es irresistible para los amantes del género; el exquisito riff de guitarras y el impecable acompañamiento de armónica (reemplaza a la flauta un momento) invitan a subir el volumen y sumergirse... pero lo más notable del tema es la pegadiza pista vocal, cantada por Ian en magistral contrapunto con él mismo, un recurso que ahora que lo pienso no escuché antes. Nunca así por lo menos.

Beggar's Farm sigue con la tónica, pero esta vez no es ni tan previsible ni tan obvio: el ominoso riff es algo especial, los pasajes de flauta aportan un filo levemente psicodélico y el ritmo de jazz le otorga buen gusto en generosas dosis. Uno de los puntos más sobresalientes. El tema de Abrahams, Move On Alone vuelve a sorprender, esta vez gracias a los nutridos arreglos de saxofón y clarinetes, que le dan un lindo ambiente de music-hall. Llega el momento de un cover, y casualmente salen con lo mejor del álbum; se trata de Serenade To A Cuckoo, del compositor estadounidense Roland Kirk, un espectacular número a pura improvisación de jazz en el que Ian y Mick se lucen con respectivos solos. El leit-motiv de flauta que aparece al principio y al final es memorable, y el solo bien jazzero de Abrahams constituye el mejor momento del álbum entero. Es un gran tema que prepara el terreno para lo que será el clásico Bouree en el siguiente LP, pero francamente me gustan ambos por igual. En seguida la cosa empieza a perderse con Dharma For One, que aporta el obligatorio solo de batería para una banda de blues-rock de la época... En realidad no me suena mal, básicamente porque ME GUSTA el sonido de la banda, pero tampoco es particularmente memorable. No me irritan los solos de batería tanto como a la mayoría, así que diré que pasa el examen sin sobresalir.

El final va llegando con el decente It's Beaking Me Up... ¿Decente puse? Hey! Diría que es hasta DESTACABLE. El lento riff de armónica y guitarra, aunque simple, suena clásico, y allana el terreno para que Abrahams se luzca un poco. Sigue siendo blues convencional sin un ápice de creatividad... pero ¡ME GUSTA EL BLUES! ¡¡¡QUE LE VOY A HACER!!! No hay un Clapton o un Jimmy Page para hacer de la experiencia un orgasmo múltiple del blues, claro está, pero ese sonido siempre me captura. Luego viene una rutinaria versión de Cat Squirrel, el mismo instrumental que Cream incluyó en su álbum debut (¿Coincidencia?); bien pero no mucho para decir, un blues instrumental común no me inspira demasiadas palabras; el riff es pegadizo, pero nada más. Para el final tenemos A Song For Jeffrey, otro de los temas no convencionales de This Was: arranca con un pegadizo motivo de flauta y bajo, al que se le van agregando guitarra slide, armónica y ritmo para crear un groove, sino excepcional, al menos interesante. La pista vocal, atípicamente sepultada entre toda la música, aporta una sensación barrosa y cruda al tema. Esta es la canción que tocaron junto a Tony Iommi en el Rock And Roll Circus organizado por los Stones; buena canción. Y no cuento Round porque dura solo unos segundos, y solo es digna de mencionarse por contener la única aparición del piano en todo el álbum.

La última edición, que es la que yo me compré, trae tres bonus tracks valiosísimos. Se trata de tres singles de la misma época que suenan radicalmente distinto a lo que es el álbum: el muy buen instrumental jazzero One For John Gee quizá sí pueda confundirse con los temas de This Was, pero Love Story y Christmas Song anticipan los recodos estilísticos que Tull comenzará a explorar ya en el siguiente Stand Up. Love Story es un single rockero de altísima calidad, que combina gentiles pasajes de flauta y mandolina con un denso riff de guitarras wah-wah, mientras que Chrismas Song es una bonita y breve canción de navidad tocada por un ensemble de cuerdas y, otra vez, la mandolina.

Una revisión aburrida ¿No creen? Pues es así: para discos aburridos, revisiones aburridas. Bah, no es en serio; This Was no es para nada aburrido: es un agradable y placentero disco de blues-rock que pinta los humildes inicios de una gran banda. Nada muy arriesgado ni ambicioso, claro está, pero bien hecho... y eso es lo que más importa.

Envíame tus comentarios sobre THIS WAS!


Stand Up – 1969

9-/10

"It was a new day yesterday, but it's and old day now"

1) A New Day Yesterday; 2) Jeffrey Goes To Leicester Square; 3) Bouree; 4) Back To The Family; 5) Look Into The Sun; 6) Nothing Is Easy; 7) Fat Man; 8) We Used To Know; 9) Reasons For Waiting; 10) For A Thousand Mothers.

BONUS: 11) Living In The Past; 12) Driving Song; 13) Sweet Dream; 14) 17

mejor canción: A new day yesterday

Luego de tantear un poco el terreno con el puro blues de This Was, Ian Anderson ya se anima a sacar de la galera todo tipo de influencias musicales y nos sorprende gratamente en este segundo álbum, Stand Up, una obra maestra. Para eso tuvo gentilmente que prescindir de Mick Abrahams ya que, si bien se trataba de un gran guitarrista, su estilo tradicional y purista no se adaptó a las nuevas ideas y experimentos que Jethro Anderson Tull tenía en mente. Así que fuera. Fuera Abrahams, dentro Martin Barre y a otra cosa. En el interín probaron con un tal Tony Iommi y llegaron a tocar con él en el Rock And Roll Circus organizado por los Stones, pero al final no pudo ser y Tony se fue por su cuenta a fundar una bandita ignota de la que nadie oyó hablar jamás. Qué hubiera sido de Tull de haber permanecido Iommy es una de las grandes incógnitas que tengo. En todo caso Barre, al cual sacaron de no sé donde, es un guitarrista TREMENDO, de los mejores que hayan tocado, y ya desde el comienzo su entendimiento con el Loco de la Flauta es aceitado, fértil y amistoso. Las cosas y sonidos que logran en Stand Up junto a los otros dos, creánme, no se han vuelto a repetir jamás en ninguna parte; no es un álbum revolucionario, pero definitivamente ES distinto. Distinto a todo.

Lo cierto es que un inspiradísimo Anderson, ya bien seguro de lo que quiere, se decide a expander su paleta: aquí en Stand Up ya no solo hay blues... Hay blues, hay jazz, hay folk inglés, hay pop, hay música clásica, hay música étnica hindú, hay hard-rock y hasta algunos tímidos tonos progresivos que anticipan otros recodos más ambiciosos aún en el futuro. Delicados cosquilleos acústicos, vicerales riffs - topadora, ambiciosas orquestaciones, delicadas melodías... ¿Versátil? ¡Ya lo creo! Lo mejor es que todos estos géneros no aparecen emergiendo como un caos inasible y difuso de ideas inconexas (Como por ejemplo en el White Album de los Beatles), sino en una colección de diez IMPECABLES canciones, todas ellas repletas de melodías para el recuerdo, ganchos antológicos y riffs de nivel estelar. En otras palabras, el conjunto tiene muchísima cohesión y eso es lo más admirable: porque géneros totalmente antinómicos aparecen sintetizados entre sí de una forma tan armónica, tan perfecta, tan coherente, que uno casi pasa por alto lo versátil y variado qué es el disco. Más que una suma de géneros que no tienen nada que ver, uno tiene la ilusión de escuchar un género totalmente nuevo, una mezcla inusitada. El sonido es clásico de la primera a la última nota. Envidable.

Ayuda, obviamente, que la flauta de Ian se va acercando peligrosamente hacia su mejor forma y que Martin Barre demuestra ya desde el principio que es un verdadero brujo de la guitarra, a través de tonos verdaderamente geniales y toda clase de trucos dinámicos. La sección rítmica de Bunker y McCormick está ajustada y convencida de sí misma. Y Ian compone diez pequeñas gemas, algunas clásicas, otras no tanto, pero todas memorables y entretenidas de escuchar. Ahora sí Jethro Tull; de un blues-rock decente pero genérico ya pasamos a una demostración de evidente TALENTO, tanto a nivel compositivo como instumental, pergeniando fusiones tan innovadoras como accesibles. 

A pesar de que Stand Up es más parejo que el mísmisimo horizonte y no tiene UNA SOLA canción que siquiera intuya la mediocridad, tampoco éstas me revientan la cabeza una por una. Digamos que es el álbum como conjunto lo que produce sumo placer y alegría, a veces relajándonos, a veces alterándonos el pulso. Hay una excepción, siempre la hay, claramente visible en el tema inicial. A New Day Yesterday es un blues. Sí, claro, entendido, pero es algo más que solo eso. Es un blues BESTIAL, ANIMAL, DESCOMUNAL; un verdadero TANQUE DE GUERRA que va destruyendo toda cosa interpuesta en su paso. Imposible explicar ese bajo perverso que va izando las primeras notas de un riff maestro, esa guitarra terrible y distorsionada que bombea potencia en estado puro, esa armónica virulenta raspando con furia. Maaaaan! Esto es el paraíso del blues-rock. O más bien el INFIERNO del blues-rock. Mientras Ian canta todo suena barroso, maligno, retumbante, reptante, pesado y maravilloso. Maravillooosooo. ¡Y en el medio hay un solo de flauta! ¡Puta madre! ¡Un solo de flauta en uno de los temas más pesados jamás grabados! Sí, LEJOS el tema más pesado jamás concebido por Jethro Tull, al menos en su época clásica; este tema solo ENTIERRA a todo This Was. Y no exagero (Bueno, tal vez un poco).

En compración, la inclasificable viñeta Jeffrey Goes To Leicester Square puede parecer simple gomaespuma, algo para que jueguen los niños. Aún así es sumamente agradable; el sonido ese de ¿Mandolina? mezclado con flauta y bongos es para recordar. Sin embargo es Boureé, la fenomenal transcripción de Bach, la que vuelve a elevarnos a las más elevadas elevaciones. La brillante melodía de flauta del gran Juan Sebastián es solo una excusa para que la banda se embarque en un jam ajustado, jazzero, sublime que simplemente te dejará empapado de admiración. La estrella es Ian, por supuesto, pero también McCormick, cuyo bajo (con solo incluído) ostenta una prominencia envidiable, mientras Bunker se regodea en ritmos jazzeros y Barre desliza sutiles acordes que acentúan el caracter barroco de la pieza. Sí, esto es jazz y música barroca mezclados. ¿Me creen si digo que es algo genial? ¡Creánme ahora! Si no lo hacen se verán TAN tontos cuando escuchen Boureé y se den cuenta de que tengo razón...

Back To The Family es una especie de rocker cuya heterodoxa estructura envía claras señales del destino progresivo de Jethro. No es de mis favoritas del disco porque no me gusta tanto el riffeo heavy, pero la melodía inicial es perfecta y el solo de guitarra está para ponerlo en el álbum de fotos familiar (Si es que eso tiene algún sentido). Aunque no tan perfecta como Look Into The Sun, una INCREÍBLE balada pop acústica. Hay que aprovechar, Ian nunca volvería a escribir canciones así; este tipo de baladas tan sencillas y la vez tan hermosas y resonantes. La melodía no es exactamente un abanico de ganchos irresistibles, pero su sutileza prodigiosa te irá envolviendo, hasta que quedes sumido en una atmósfera trascendental, romántica, etérea, bellísima... Bellísima canción que nunca cansa, con pianos eléctricos y guitarras acústicas de primo nivel.

Porque el disco no tiene ninguna intención de dar respiro, llega el rocker Nothing Is Easy. Nada es fácil. Sin embargo, estos muchachos tocan con una facilidad que impresiona. La canción empieza con unos garabatos de flauta inciertos, pero de pronto KABOOM! El ritmo se acelera, entra un riff de bajo trepidante, de esos que ponen la adrenalina a mil, y la tensión sube como en una pesadilla, para explotar en una melodía vocal sencillamente INOLVIDABLE. Y en el medio hay otro gran jam de flauta y guitarra. Cinco estrellas. Luego Anderson se toma en solfa sus problemas de sobrepeso en Fat Man, un atractivo y humorístico impromptus experimental, donde todo tipo de sonidos curiosos se abrazan: mandolinas, música hindú, bongos, cascabeles, sonajeros... bah! Ni yo puedo describir de qué se trata esta cosa: solo sé que me gusta. Y me gusta mucho. Original y entretenida 

¿Qué más podéis esperar vosotros lectores y oyentes? Ok, pueden esperar más grandes canciones como la balada We Used To Know, célebre por tener la misma melodía de Hotel California unos siete años antes que el éxito de los Eagles se inventara, y también por un solo de guitarra wah-wah DECAPITADOR sobre el final. Barre, ¿Quién sino? Increíblemente el álbum mantiene el nivel con Reasons For Waiting, otra gema en la onda de Look Into The Sun, pero esta vez con una PRODIGIOSA melodía folklórica de flauta, una fantástica alternancia entre dulzura y oscuridad, más una orquestación delicada como un suave pétalo errabundo en la noche fría (Me salió el poeta barato de adentro, perdonen). ¡Mamacita como me gusta este disco! ¡Cabrones! La última canción quizá sea la más débil de todas, pero "débil" en Stand Up puede equivaler a "excelente". For A Thousand Mothers es más pesada en el mal sentido que en el bueno, y a pesar de que el riff de bajo y flauta tiene más agarre que un gato de cinco patas, la canción dura demasiado y no tiene tantas variantes. Salvo, claro está, esa melodía de flauta del final, alegre e inesperada.

Ya con esto tenemos un manos un disco de rock como para postergar cronogramas de suicidio. Pero mi copia, como si faltara más, agrega CUATRO bonus tracks correspondientes a singles de la época. 17 es una cosa rara y ploma que me da lo mismo pero ¿Los demás? Living In The Past es un clásico de clásicos, con un estilo único que demuestra la originalidad compositiva de Anderson; Driving Song tiene un riff blusero tremebundo y un cambio de ritmo excitante. Sweet Dream es directamente una épica grandiosa y casi hasta supera a A New Day Yesterday... Es que tiene de todo: introducción dramática con bronces y violines; versos oscuros, amezantes y feroces; un estribillo inesperadamente pegadizo y un intermezzo rockero que ME REBANA LOS LOBULOS CEREBRALES, con ese ritmo implacable machacando con venganza... ¡QUE CANCION! Una de las mejores de Tull de todos los tiempos. Anoten: Sweet Dream.

Ah, maldición! Otra vez una revisión en la que no hago más que babearme del primero al último párrafo. Pero bueno, supongo que no puedo hacer otra cosa. El álbum me gusta muchísimo. Es brillante. Por eso la nota. Con tal de que haya sembrado en tí, amigo lector, ganas de ir a comprártelo, o escucharlo otra vez en caso de que ya lo tengas, mi objetivo está cumplido y ya puedo descansar en paz. 

Sección COMENTARIOS DE LECTORES sobre STAND UP!


Benefit – 1970

8+/10

"I'm going back to the ones that I know"

1) With You There To Help Me; 2) Nothing To Say; 3) Alive And Well And Living In; 4) Son; 5) For Michael Collins, Jeffrey And Me; 6) To Cry You A Song; 7) A Time For Everything?; 8) Inside; 9) Play In Time; 10) Sossity; You're A Woman.

BONUS: 11) Singing All Day; 12) Witch's Promise; 13) Just Trying To Be; 14) Teacher.

mejor canción: To cry you a song

Las opiniones generales sobre este tercer álbum son contradictorias. Ciertos lectores mandaron mails recomendándomelo como la obra maestra de Jethro Tull, pero en algunos de los principales sitios de reivisiones de internet (Starostin, McFerrin, MJA) se lo descarta sin piedad como una cosa aburrida, fallida, monótona y carente de melodías. Es verdad que son dos opiniones extremas, pero si tengo que inclinarme hacia una, elijo la primera posición. Ciertamente no es la obra maestra del grupo y es sensiblemente inferior al brillante Stand Up, pero francamente no tiene nada de malo. NADA de malo. Melodías hay, y de sobra; las baladas son agradables y los rockers pegan fuerte. Cada canción, aún sin llegar a ser una joya definitiva, esboza uno o dos ganchos que se me quedan dando vueltas en la cabeza y, por último, no alcanzo a identificar ningún tema malo, ¡Hey, ni siquiera mediocre! entre estas composiciones. 

Se trata primordialmente de una obra agradable, sutil y clasicista, que fundamenta sus encantos en melodía y atmósfera por partes iguales sin ser súper contundente en ninguno de los dos aspectos. Si la melodía se hace un poco débil, pues siempre habrá un aire de clase, fineza y buen gusto para salvar las papas... y si la melodía es fuerte pues... ¡GENIAL! Porque sí, hay melodías fuertes aquí; quizá no de esas que saltan agresivamente hacia los oídos la primera vez, pero sí de esas que tras dos o tres escuchas logran seducirte. Estilísticamente, en Benefit la banda sigue buscando un sonido propio, y lo va logrando. Esta música ya suena a Jethro Tull y a nada más; Anderson va abandonando el jazz y el blues para adentrarse más de lleno en el folk inglés y el rock progresivo. No estamos todavía, pero hacia allí vamos. El resultado es un álbum de transición, significativamente menos versátil que Stand Up, más predecible, mas monótono si se quiere. A diferencia de aquél, en donde cada tema parecía buscar su propio camino al jugar con diversos géneros, aquí las composiciones se debaten entre derroteros limtados: o bien se encarnan en acústicas baldas de folk británico (Alive And Well And Living In, For Michael Collins, Jeffrey And Me, Sossity You're A Woman), o bien en potentes jams de hard-rock de tintes barrocos (Son, To Cry You A Song, Play In Time), o bien en mezclas de ambas cosas (With You There To Help Me, Nothing To Say).

La flauta de Jon Anderson ya un elemento definitivo de la música de Tull, pero aquí también se consolidan los exquisitos pianos decorativos de John Evan (todavía un miembro no oficial del grupo), quien toca con gran simpleza y siempre en el trasfondo, y la guitarra de Martin Barre, quien logra un tono de distorsión verdaderamente excitante y agresivo. Su estilo también va cambiando: a diferencia de lo que oíamos en Stand Up, Martin ya no se entretiene con esos sutiles firuletes jazzeros de Bouree o Back To The Family, sino que se inclina más hacia el power-chord. Pero son power-chords excelentes, de esos que rockean, retumban lindo y ponen la piel de gallina. En conjunto la mezcla suena bien, muy bien. Entiendo que a alguno pueda aburrirle un poco, pero personalmente yo disfruto de Benefit casi tanto como de Aqualung y Stand Up. No tiene quizás la consistencia de aquellas obras, pero el estilo, la música y el atractivo único de la banda sigue siendo el mismo.

Antes había dicho que no había ningún tema mediocre, pero ahora debo admitir que algunos se acercan bastante. El paradigma de lo que trato de referir es A Time For Everything?, una balada demasiado tibiecita e insignificante, de esas que mientras suenan parecen decentes pero que en definitiva no hacen el más mínimo esfuerzo por resaltar. ¡Aún hoy no me acuerdo de cómo va la melodía, y eso que ACABO de escucharla!. Es una buena canción, pero a veces se me hace que aquí sí que se olvidaron de agregar el gancho. Algo similar ocurre con Sossity; You're A Woman: ésta siempre termina agradándome por su PRECIOSA introducción de guitarra acústica y órgano, pero tengo que admitir que la melodía vocal podría haber sido más esforzada... Es decir, es de esas melodías vagas y errabundas que jamás se me ocurriría ponerme a tararear, entre otras cosas porque es casi imposible. Una lástima, pero bueno, al menos es agradable escucharla.

Sin embargo, mientras algunos críticos hacen extensible esta frialdad al resto de los temas, yo pienso que sí hay ganchos, y de los buenos. Solo hay que estar dispuestos a descubrirlos porque, como dije antes, no son groseros ni obvios. Por ejemplo, las baladas Alive And Well And Living In y For Michael Collins, Jeffrey And Me suelen pasar desapercibidas, pero escuchándolas con atención he llegado a descubrir una gran belleza en ellas... No entiendo porque tanta indiferencia. Alive And Well And Living In no tendrá la melodía más memorable de la historia, seguro que no, pero siempre me seduce con sus lujosos pasajes instrumentales de flauta, piano y guitarra acústica, o con ese magistral riffeo heavy de Barre, en los quiebres, al interactuar perfectamente con la muy medieval melodía de flauta. La otra, For Michael Collins, Jeffrey And Me (Jeffrey otra vez!) tiene una melodía acústica muy linda, muy nostálgica, y un estribillo realmente cautivante que levanta el ánimo y se disuelve con sutil belleza en ese "Walking with you" que retoma la calma. Otra destacable es Nothing To Say: tendré que confesar que se hace un poco larga y letárgica, pero esos soberbios riffs electro-acústicos que sostienen la canción terminan haciendo valer la experiencia, sin hablar de la antémica coda en la que Barre suelta unos económicos pero profundos lagrimeos de su guitarra. El disco está lleno de sutilezas como esas, solo hay que advertirlas, no hay que esperar la obviedad.

En terrenos más rockeros también tenemos sobrada calidad. El máximo representante en este sentido es To Cry You A Song, que elegí como mi favorita (sin demasiada ventaja sobre el resto) por su distintivo riff progresivo, uno que grita "BARROCO" a toda voz: cada vez que arranca desde el fade-in puedo imaginar perfectamente que es Bach, y no Jethro Tull, lo que está empezando a sonar. Pero claro, para hacernos acordar de que estamos ante Jethro Tull, la banda se despacha a gusto con un potentísimo jam rockero que patea culos, rompe portones y profana cementerios, todo al mismo tiempo. Los tonos que logra Barre son claptonianos en su indudable calidad y generan una masa líquida de puro hard-rock que colma nuestros oídos. Por favor, escuchen el riffeo sensacional que explota al minuto cincuenta (1:50) de transcurrido el tema: ¡Maaan! ¡Esto está ahí arriba con el mejor Led Zeppelin! ¿No me creen? Pues escuchen por ustedes mismos, y si no les excita quizá lo haga el fabuloso solo final, en el que aparece un NUEVO tono de guitarra mezclándose con todo... Sensacional canción. El tema de apertura With You There To Help Me es casi tan bueno; empieza como una inquieta balada semi-psicodélica, de fenomenal estribillo señores, y termina en un furioso jam donde el retumbe diabólico de Barre se reta a duelo con vertiginosas y ácidas espirales de flauta.

Son no será tan clásica como éstas dos, pero se las ingenia para rockear lindo a través de un riff muy simple pero también muy potente... Y se hace el DOBLE de potente cuando luego de un breve y delicioso intermezzo acústico, la banda vuelve con todo al tema principal agarrándote del cuello como nunca. Play In Time, por su parte, es tal vez el rocker más flojo de todos, pero aún así se me hace demasiado maltratado por la crítica. El riff es moderadamente bueno, similar en espíritu a aquel de For A Thousand Mothers en cuanto a que es veloz, trepidante y marchoso; la guitarra eléctrica aporta fuerza y convicción y si bien la melodía vocal no es la gran cosa, se hace súbitamente memorable en la parte en que Anderson brama "Talking to people, there in my way". El principal problema de Play In Time, para la mayoría, radica en los múltiples efectos de sonido (reverberancias, disonancias, cintas invertidas etc.) que aparecen sobre el final para dar un efecto psicodélico... Obviamente, para alguien que escuchó cosas como The Piper At The Gates Of Down o Tomorrow Never Knows, esto suena como un juego de niños, pero francamente no veo dónde arruina la canción. Me queda en el tintero lo que quizás sea el número más inclasificable de todo el álbum: Inside no es ni una balada folk ni un rocker; se trata más bien de ¡Puro pop! Pop a la Tull, obviamente, que se gana mi aprecio a través de un ritmo de batería muy creativo, un estrillo melódico bien pegadizo y unos encantadores aleteos de la flauta, intangibles y lejanos como humo, haciendo todo perfectamente inolvidable.

La edición de Benefit con bonus tracks es particularmente atractiva por incluir la más grandiosa canción compuesta por Anderson hasta el momento. Hablo de Teacher, definitivamente, ¿De cuál otra sino? Lo primero que nos encontramos es un poderoso riff lento de guitarra y bajo sobre el que Anderson comienza a cantar una FABULOSA MELODIA totalmente clásica; ya con esto la canción tiene suficiente para impresionar, pero igual no se conforma. Luego de cuatro versos el ritmo se suelta como una tromba, entra un órgano sangrante y ahí sí empezamos a rockear como mierda antes de que todo se detenga y... y... y... ¡¡BAAMM!! Un riff DINOSAURIO de la reputa-madre, salido de quién sabe donde, gatilla sin piedad doce notas perfectas, primero solo con la guitarra, después se agrega la flauta y después con toda la banda refundando el hard-rock. Y el ciclo se repite varias veces así... ¡Qué canción por Dios! Primero fue un single y pegó tanto que modificaron Benefit sacando Inside para acomodar Teacher. Yo por suerte conseguí la versión original con Teacher de bonus, tratá de hacer lo mismo. Los otros temas bonus tampoco son un desperdicio: Singing All Day muesta a Anderson teniendo éxito al intentar algo liviano y divertido, sobre todo por la melodía pegadiza que tiene toda la cosa; Witch's Promise es un delicado número místico, bastante lindo y cálido, aunque de melodías un tanto inasibles para mi gusto; y Just Trying To Be es una pequeña cosa neutra que solo recuerdo por sus xilofones.

Así que ya saben, no presten atención a todos aquellos que se exaltan hablando mal de Benefit. Es un gran disco, repleto de cosas agradables para escuchar y disfrutar. Momentos de belleza, momentos rockeros... siempre hay algo de lo que aferrarse. No tendrá la versatilidad de Stand Up, ni la grandeza intencional de Aqualung ni la complejidad inextrincable de Thick As A Brick, pero igual funciona de maravillas como un mosaico de canciones que atestiguan el significativo desarrollo musical que Jethro Tull alcanzó poco tiempo después de debutar. Luego de su pico progresivo de Thick As A Brick y A Passion Play, la banda volvería a tomar como insignia esta mezcla de folk con hard-rock, pero nunca con tanta frescura ni consistencia como aquí. 

Envíame tus comentarios sobre BENEFIT!


Aqualung – 1971

9-/10

"You are the god of everything, he's inside you and me"

1) Aqualung; 2) Cross-Eyed Mary; 3) Cheap Day Return; 4) Mother Goose; 5) Wond'ring Aloud; 6) Up To Me; 7) My God; 8) Hymn 43; 9) Slipstream; 10) Locomotive Breath; 11) Wind Up.

BONUS: 12) Lick Your Fingers Clean; 13) Wind Up (Quad Version); 14) Ian Anderson Interview; 15) Songs For Jeffrey; 16) Fat Man; 17) Bouree.

mejor canción: Aqualung

TUM, TUM, TUM-TUM-TUM-TUM!!!

TUM, TUM, TUM-TUM-TUM-TUM!!!  

Ahhhhh! Nunca jamás de los jamases podría olvidar ese riff MÍTICO que da comienzo a esta obra maestra. Nunca. Pocos inicios de álbum definen tanto su caracter de clásico como éste martilleo casi gótico de Martin Barre. Para quienes no lo saben, Aqualung vendría a ser algo así como EL clásico de Jethro Tull, el álbum que todos conocen (a veces el único), que todos compran y que todos señalan como su cúspide conceptual y musical. Como suele suceder en muchos de estos casos, está sobrevalorado. Claro, es mi opinión personal; no voy a pretender que miles de oyentes están objetivamente equivocados. Es que tengo que hacerles una confesión: Aqualung es uno de esos álbumes que respeto y admiro más de lo que disfruto. No me malentiendan; me gusta y me gusta muuuuuuucho, pero aún así no dejo de sentir cierta insatisfacción cada vez que lo escucho; ciertas ganas de algo más. Claro, no le estoy poniendo nueve puntos solamente para reflejar la opinion de la mayoría; YO pienso que merece esa nota, pero aún así, en este caso, es más una cuestión de reconocer el esfuerzo y los méritos de la obra que efectivamente SENTIRLA al 100%.

Pero ¿Por qué puedo quejarme? Aqualung presenta un concepto inteligente y bien escrito, de una complejidad filosófica nunca antes vista en un álbum de rock; Aqualung rockea; Aqualung no tiene un solo tema malo, ni siquiera mediocre; Aqualung ofrece momentos de tremenda belleza; Aqualung es refinado y clásico... ¿Qué razón convincente hay para decir, como estoy diciendo, que no llego a disfrutarlo al máximo? Como supondrán es difícil definir un motivo claro y unívoco; en estos casos suele ser una cuestión de piel, algo orgánico, algo intangible lo que determina el grado de disfrute de una obra. Pero lo intentaré. En principio, la producción no me convence del todo; es decir, el disco está plagado de riffs estupendos, pero... ¿Acaso no sienten que éstos podrían patear dos o tres veces más traseros de los que efectivamente patean? O en otras palabras más precisas... ¿No sienten que todo suena un poco apagado, un poco restringido? Qué se yo, cada vez que entra un riff de guitarras digo "¡Genial!", porque efectivamente lo es, pero simultáneamente me asalta una frustrante sensación de que por momentos no están tocando con toda la convicción, con toda la polenta, con la energía que deberían para terminar de volarme los cesos. Paralelamente, el piano no suena demasiado vital y la batería por momentos está detrás, tenue y débil, como si Clive Bunker le estuviera pegando a trozos de cuero colgados de un alambre. Hace muy poco presencié a Jethro Tull haciendo Aqualung en vivo y creánme: era DIEZ veces más potente y resonante que ésta de estudio; los tipos me arrancaron la cabeza, la dieron vuelta y la quemaron con furia desgarradora. Aquí siento que falta energía. Obviamente, eso no importaría demasiado si todas fueran baladas... pero este es esencialmente un álbum de ROCK!!! Igual, es solo una sensación muy mía que a la larga no afecta tanto mi concepción del disco: todo se soluciona subiendo bien el volumen y listo, no habrá ningún problema. Otra cosa que a veces siento es que el estilo de la banda se hace un poco uniforme de principio a fin, el tono de Barre no varía, no hay muchos cambios y sorpresas inesperadas como sí ocurría en, por ejemplo, Stand Up... Pero claro, todos estos no dejan de ser detalles menores, porque al fin y al cabo cada canción es perfectamente distinguible y memorable por sí misma: hay que convenir en que virtualmente cada una de ellas es una joya. Por lo tanto, aquí es cuando me dejo de criticar. 

En el plano conceptual Aqualung es bien complejo. En la primera mitad (hasta Up To Me), Anderson se dedica a contar historias un tanto crípticas que no parecen tener demasiada relación entre sí; todavía no tengo mucha idea de quién diablos es Aqualung ni cuál es su relación con Crosseyed Mary o Mother Goose. La segunda mitad, que arranca con My God, es en cambio un poco más puntual y también más polémica; Anderson no tiene mejor idea que apuntar sus misiles hacia la religión organizada, criticando abiertamente la forma en que, a lo largo de la historia, la Iglesia (protestante o católica, todas entran) ha construído falsas interpretaciones de Dios, manipulado los sentidos religiosos, inventado morales y reglas según su conveniencia etc. etc. etc. No hay que interpretar a Aqualung como un manifiesto ateo, para nada: Anderson CREE en Dios, pero lo concibe dentro de una comunión muy espiritual, muy interior, y no como algo que deba ser institucionalizado, definido y regulado por una conveción de humanos. No me quiero aventurar demasiado a analizar este tema porque es profundo y espinoso. Solo hay que decir que Ian es BASTANTE incendiario y frontal en sus letras; apuesto a que al Papa no le debe hacer ninguna gracia que este disco ande dando vueltas en tierras del Señor. Personalmente les digo que el concepto no tiene demasiada resonancia en mí; no porque no comparta en algo la ideología (no soy un gran amigo de la Iglesia, realmente), sino porque Anderson le da una visión muy intelectual, casi académica, que no da para emocionarse mucho. Pero es interesante, por lo menos.

Musicalmente el disco no tiene casi defectos; más allá de esa falta de energía que ocasionalmente me perturba, es una obra de envergadura, cuya oferta musical está a la altura de las ambiciones transmitidas. El estilo vendría a ser una continuación mejorada de lo expuesto en Benefit, un exitoso e inédito matrimonio entre hard-rock y art-rock. Riffs potentes y distorsionados se entremezclan con pasajes orquestales con flauta y brillantes excursiones acústicas en el folk británico de una forma muy sutil, sin costuras ni remiendos a la vista. Por eso, si a veces el hard-rock puro te parecía ordinario y el prog-rock puro te parecía excesivo (o sea, si sos un flor de hincha-pelotas), Aqualung trae una suerte de equilibrio milagroso entre ambas filosofías musicales. Por momentos rockea de lo lindo, por momentos te sumerge en mundos instrumentales elaborados, pero nunca demasiado pretenciosos ni complejos, siempre accesibles. No es difícil comprender porqué muchas de estas canciones terminaron en la elite de las FM.

El álbum comienza de forma inmejorable con uno de los más grandes, sino el MAS grande, clásico de la carrera de Tull; ese Señor Riff de Martin Barre que antes mencioné (TUM, TUM, TUM-TUM-TUM!!!) te pega INSTANTÁNEAMENTE y anuncia con convicción que estás a punto de saborear un clásico de clásicos. Se trata de la canción que da su título al álbum; Anderson nos narra las desventuras de un tal Aqualung, un vago borracho y solitario que merodea por las calles (el tipo siniestro de la tapa nada menos). Al principio es un rocker, en seguida se transforma en una HERMOSA balada folk que se acelera de golpe en forma maestra, conduciéndonos vertiginosamente hacia, lean bien, uno de los MEJORES SOLOS DE GUITARRA de todos los tiempos. Martin Barre sencillamente LA DESTRUYE con unos fraseos inolvidables que surgen desde la nada, y después se lanza a un jam perfecto, sin una sola nota desperdiciada, para concluir la canción de la mejor forma. ¿Uno de los mejores riffs y uno de los mejores solos de la historia en una sola canción? Yeah! ¡Martin Barre es un Dios! Y noten también que ¡No hay flauta! No es que esto sea bueno o malo, solo demuestra que aún sin ese instrumento los Tull eran capaces de descoserla.

Después llega otro fenomenal rocker en Cross-eyed Mary, que comienza con una MARAVILLOSA intro bien progresiva de mellotrones y flautas, para luego empezar a patear toda sub-categoría de glúteos, especialmente en el filosísimo estribillo. Aquí sí que no hay problemas de energía ni adenalina, aquí sí que no. Cheap Day Return y Wond'ring Aloud constiuyen dos breves intermezzos acústicos que todo el mundo señala como relleno insustancial. Y es cierto, pero no hay que pasar por alto el hecho de que ambas tienen melodías INCREBILES; deberían haber sido canciones completas y redondas, no solo viñetas para llenar espacio. Si las hubieran alargado y desarrollado más, habría quedado algo como la estupenda Mother Goose. Metida ahí entre ambos interludios, Mother Goose es un número de folk inglés sencillamente PERFECTO. La guitarra acústica, las flautas, la melodía de Anderson, las armonías vocales, la percusión, todo es sencillamente divino, me transporta a otros lugares y otros tiempos. Y cuando sobre el final, inesperadamente, entra un peligroso acorde eléctrico de Barre, ahí SI que me patea el hígado. Brillante canción. Eso sí: la letra es indescifrable, llamen a un psicoloanalista. Up To Me está bien, pero sinceramente no me gusta mucho. El riff de piano y flautas está muy bueno, pero la melodía vocal se me hace que no está a la altura; es repetitiva y levemente irritante, y además el tema nunca llega a tener la energía que insinúa.

Con la épica My God se inicia la mitad religiosa del disco, la parte en la cual empezamos a darle duro a la iglesia, a los sacerdotes y los crucifijos. Las letras son buenas, pero mentiría si dijera que entiendo exactamente cuál es la ideología de Anderson: eso sí, la Iglesia de Inglaterra sale muy mal parada en todo esto. En realidad My God no me parece tan buena; se me hace un poco lenta y melodramática, pero ofrece una de las performances de flauta mas arrolladoras de toda la carrera de Ian, sobre todo en el intermezzo de música foklórica rusa, y además Barre aporta, no solo uno, sino DOS riffs nuevos de primer nivel. Mucho mejor es Hymn 43; aquí la banda SÍ parece soltarse y ataca las fibras con un riff MALIGNO que bombea rabia y pasión en todos sus surcos. Entre cantar este tema y salir a quemar iglesias hay poca diferencia ¿Qué me dicen de esta frase? "If Jesus saves, well he better save himself..." JAJAJA ¡Blasfemo! Claro, la cosa sigue: "... from the gory glory seekers / who use His name in death". No, ya no es tan blasfemo, pero vaya si estas cosas cortan y queman eh? Esos desesperados "Oh! Jesus save me" son tremendos.

Slipstream es un inofensivo puente acústico en la onda de Cheap Day Return y Wond'ring Aloud, pero esta vez sí que no tiene demasiado: la melodía es olvidable y acaba rápido; innecesario. Claro que su única función es dar paso a la tremenda Locomotive Breath. Esa magnífica intro de piano es ya una obra maestra en sí misma, pero la forma en que entra el penetrante y mastodóntico riff, haciendo TUM, TUM, TUM, TUM como un tren que no piensa detenerse (won't slow down), es brillante. De hecho, se trata de otro de los más grandes himnos del álbum, una manera inmejorable de ir allanando el final. La inexorable y frenética marcha de Locomotive Breath quizá sea el momento más potente de todo Aqualung. Y así llegamos a Wind Up, para terminar de forma muy similar a como habíamos comenzado en Aqualung. La diferencia es que esta vez, en vez de un rocker que deriva en balada folk, tenemos una balada folk que deriva en rocker. La melodía es tan fuerte y agradable como se podría esperar, y las partes rockeras machacan con potencia. Sí, un muy buen cierre para un buen disco.

Mi edición trae algunos chiches extra, tales como el atractivo hard-rock de Lick Your Fingers Clean, la innecesaria versión alternativa de Wind Up, una interesante entrevista con Ian Anderson sobre la factura del álbum, y algunas grabaciones en vivo de temas viejos como Song For Jeffrey, Fat Man y Bouree. Nada para saltar de alegría, realmente, pero no me quejo.

En fin, Aqualung es un GRAN álbum, un clásico, un imprescindible. Los únicos momentos que realmente me vuelan la cabeza son el solo de Aqualung, la belleza de Mother Goose, y la furia rockera de Hymn 43 y Locomotive Breath, pero lo demás no está nada mal, no tiene punto flojo alguno y es recomendable de principio a fin. En mi opinión puede ponerse un poco aburrido si uno no está de humor, a veces le falta convicción, no es TAN superior a Benefit como todos dicen y claramente es inferior al siguiente álbum. ¿Pero qué importa lo que diga un tonto como yo? Sigue siendo un clásico, una obra maestra. Compralo hoy.

Sección COMENTARIOS DE LECTORES sobre AQUALUNG!


*Thick As A Brick* – 1972

10+/10

"I may make you feel but I can't make you think"

1) Thick As A Brick (part 1); 2) Thick As A Brick (part 2).

mejor canción: no es una muy buena pregunta

Si quedaba alguna duda de que Ian Anderson es un maldito GENIO compositor, pues aquí está la prueba definitiva de que sí lo es. Fiscales, peritos, abogados, jueces y jurados, ya no busquen más, caso cerrado. Para 1972 Jethro Tull se había convertido en una banda gigante y súper-popular después de la ruptura monumental que significó Aqualung; eran Led Zeppelin, después Tull y después todos los demás, no estoy exagerando. Así que Anderson y sus compañeros (Barre, el bajista Jeffrey Hammond, el tecladista John Evan y el nuevo batero Barriemore Barlow) más o menos estaban fogueados para proyectar una obra definitiva, algo bien ambicioso, grande y espectacular acorde a las expectativas que habían generado, a sus dotes musicales y a los tiempos que corrían.

A los tiempos que corrían, esto último es importante para entender la dirección que tomaron Anderson y su grupo con Thick As A Brick. En 1972 el prog rock estaba en plena expansión: dentro del negocio, si eras un simio drogadicto y borracho que se la pasaba jodiendo de hotel en hotel con aliento a vagina, podías conformarte con ser los Rolling Stones o Led Zeppelin. Pero si eras un músico de ley con ambiciones artísticas y pensamientos profundos, el monstruo del progresivo se perfilaba en la escena como una inagotable plataforma de desafíos compositivos e intelectuales. En ese año todo estaba pasando de golpe para el movimiento: King Crimson ya había pegado primero con In The Court Of The Crimson King e In The Wake Of Poseidon, Genesis daba el batacazo con el retorcido Foxtrot, Yes estaba de parabienes con el doblete magistral de Fragile y Close To The Edge, mientras que Pink Floyd ya había dado un giro hacia el sinfonismo con Meddle mientras en el horno se ponía a punto el Dark Side. La complejidad de las formas, lo retorcido, lo desmesurado, lo extravagante, lo sinfónico, lo teatral, lo pomposo, lo barroco, lo atmosférico y lo bizarro de pronto se daban la mano para confundir a muchos, seducir a varios, horrorizar a los puristas y hacer que de pronto el término "rock and roll" ya no tuviera nada que ver con la realidad. En este marco, ya varios artistas se habían animado a publicar interminables suites que en ocasiones terminaban abarcando caras enteras de los vinilos; Atom Heart Mother y Echoes de Pink Floyd, Tarkus de Emerson Lake And Palmer y Lizard de King Crimson son los más elocuentes ejemplos previos, pero hay que sumar en ese mismo 1972 cosas como Supper's Ready de Genesis y Close To The Edge de Yes. 

Jethro Tull, guiado por la creciente e insaciable megalomanía de Anderson, de alguna manera TENIA que demostrar que estaba a la altura de las circunstancias. Por eso me imagino al silencioso Ian contemplando todo esto con una sonrisa y murmurando para sí: "Qué interesante... Así que una cara entera no?... Creen que eso es zarpado... ¡YO les voy a demostrar lo que ES zarpado!". Entonces se le ocurrió esto: Thick As A Brick, un álbum consistente en UNA sola canción abarcando LAS DOS caras del vinilo. Ahí tienen... ¿Querían cosas largas? Ahí tienen LO largo. Una canción de cuarenta y cinco minutos. Ja! Les ganó a todos.

Pero esperen... Preferiría ver esta movida más como una parodia, y no un desafío, de los excesos vigentes. O sea, sí, hacer un disco de una sola canción, superar todos los excesos hasta ahora intentados, dejar chiquititos como hormigas a los demás... pero no con intenciones de competir seriamente con un producto de similar factura, sino de expresar una visión bufonesca, media en solfa y de extremos intencionalmente grotescos de aquello que otros se tomaban con mortal seriedad. Como diciendo: "Sí, bueno, mirá, si todo el mundo lo hace, lo hacemos nosotros también y más jodido todavía ¿No?". El mismo Anderson lo reconoció en varias entrevistas; Thick As A Brick no tiene realmente intenciones de grandeza, y se nota claramente en el folleto del CD, una elaborada imitación de un periódico pueblerino donde TODO es una tomada de pelo, o en la mismísima letra de la canción, un verborrágico rompecabezas de palabras completamente impenetrable y por momentos chocante que casi ni se corresponde con la grandeza de las melodías: "So where the hell was Biggles / When you needed him last saturday / And where are all the sportsmen / Who always pulled you through..." ¿Euh?

Ahora, que el disco haya sido creado con este espíritu jocoso no significa que efectivamente SUENE como una broma. Irónicamente, lo que nació como una modesta parodia derivó en una de las máximas cumbres del rock progresivo y, a mi gusto, el mejor LP de toda la carrera de Tull. Cosas raras del particular mundo de Ian Anderson ¿No creen? Es que los tipos tal vez no tenían ningún objetivo concreto, ninguna presión ni nada especial para decir, pero lo que SÍ conservaron fue el talento musical en su mejor forma... y eso emerge en el disco de modo absolutamente brillante. Todavía me asombro: dicen que Anderson y los muchachos iban componiendo la cosa a medida que la iban grabando: no estuvieron largos y dolorosos meses planeando, proyectando ni ensayando, sino que se metieron en un estudio a ver qué onda y dos semanas después tenían esta pieza de arte entre manos. Incluso tardaron mucho más en diseñar y escribir el pseudo-periódico del folleto. ¿Talento? ¿Genio? ¿Maestría? ¿Inspiración? Digamos que... ejem... sí.

Y ahora lo que vengo tratando de esquivar desde hace unos párrafos... La música. La música es indescriptible. Estamos hablando de una maldita canción que dura unos malditos CUARENTA y CINCO minutos pero que no aburre ni un solo instante y se pasa volando. Y no solo eso, sino que tiene todos los ingredientes: virtuosismo, potencia rockera, belleza, originalidad y hasta emoción. La trampa es que, en realidad, Thick As A Brick se compone de varias canciones distintas vinculadas entre sí por pasajes instrumentales y unificadas en un ciclo que parece cerrarse como una sola cosa. Las diferentes melodías aparecen y desaparecen, se entrelazan, se trenzan y se amalgaman entre ellas, emergen desde el sonido oceánico y se hunden nuevamente, seprenteando en mil distintas variaciones y con mil distintos instrumentos. Además los tipos tocan todos sumamente ajustados, sin perderse una sola nota, sin relajarse, sin dejar espacio vacío ni hueco alguno... En Thick As A Brick no encontrarás un solo momento para relajarte y pensar en otra cosa, ningún jam suelto y jazzero de los viejos tiempos, ninguna concesión de simpleza o minimalismo: NADA DE ESO. En todo momento suceden cosas, a toda velocidad, nada se queda quieto, nada se detiene, cada dos por tres aparece algún sonido nuevo, siempre está cambiando algo, todo el tiempo viramos hacia un lado y hacia el otro... La cosa no da tregua ni respiro. Tal es así que el oyente tiene la sensación de que necesita más oídos para poder captarlo todo a la vez, y si por algo se distrae seguro que se pierde miles de cosas. 

Obviamente es muy extenuante, sí, y por eso las primeras veces sentía como que no me lo podía tragar, que era imposible sacar algo en limpio de toda esta anarquía de ritmos, melodías e instrumentos. Pero este tipo de exigencias se revelan maravillosas cuando uno finalmente logra sumergirse y descubre que cada nueva escucha guarda sorpresas inesperadas. Sino pregúntenmelo a mí, que escuché el álbum entero ya una veintena de veces y aún hoy descubro sonidos, melodías, contrapuntos, riffs y ritmos de cuya existencia nunca me había percatado o que, de haberlo hecho, ya me había olvidado. Es increíble, la riqueza que tiene esta cosa es formidable: la construcción compositiva, cómo las melodías van sucediéndose, emergiendo y reemergiendo después más adelante, cómo se funden los distintos motivos musicales en una sola cosa, cómo se varía una misma melodía para hacerla sonar totalmente distinta en otro momento, cómo se utiliza de pronto una misma secuencia de acordes para crear tres o cuatro melodías diferentes, todas estupendas... Y todos estos artilugios compositivos, no conformes con su sola complejidad, amasan momentos de gran potencia, belleza y resonante epicidad. Es una cosa de otro planeta. Una verdadera sinfonía de rock que no se agota.

¿Genero? ¿Acaso me piden que defina un GÉNERO? Nooo, muchachos y muchachas, es imposible. IMPOSIBLE. Algunos segmentos de la pieza parecen ancestrales baladas de folk inglés, otros parecen riff-rockers filtrados por cierto barroquismo, otros parecen marchas de guerra, y otros directamente no se parecen a nada que haya escuchado antes. Y uso el término "parecen" porque en Thick As A Brick nada es nada tal cual era antes, todo se parece a algo y al mismo tiempo no se parece a nada... porque es algo sencillamente único (¿Se marearon? No se preocupen, yo también). Ian Anderson se luce con su virtuosismo en la flauta (su pico absoluto) pero también nos regala algunos espectaculares punteos de guitarra acústica. Martin Barre, por su parte, se enchufa a la eléctrica para ensayar todo tipo de riffeos heterodoxos y solos barrocos. Pero la cosa no se agota aquí: a esa base hay que agregar órganos, pianos, saxofones, cornetas, laúdes, mandolinas, clavicordios, violines, orquestas sinfónicas, xilofones, campanitas y... ma sí! ¡Qué voy a tratar de desmenuzar todos los intrumentos que se usaron! Hay hasta sonidos que no se cómo demonios se produjeron. Los que casi ni aparecen son el sintetizador y el mellotron, lo cual resulta llamativo para lo que es un álbum de rock progresivo. Pero está bien, realmente no se extrañan. Más allá de toda la riqueza, la dinámica, la variedad y el frenesí instrumental, Jethro Tull siempre mantiene la coherencia; hay un sólido tegumento que mantiene todo unido bajo el mismo denominador, y en definitiva Thick As A Brick nunca deja la sensación de algo descompuesto y hecho jirones: es una composición unitaria, redonda, perfecta.

Vamos ahora a las canciones, o mejor dicho, a LA canción. El monstruoso opus está dividido en dos partes, lo cual fue necesario para poder repartir la cosa entre ambas caras del vinilo. La transición podría ser mejor quizás, ya que la primera parte termina con unos hachazos metálicos un tanto irritantes y la segunda parte arranca con una sección semi-avantgarde de saxofones agudos,  disonancias y solos de batería que no tiene mucho que ver con el resto de la pieza. Pero es una queja muuuuy menor, porque el resto solo merce aplausos y loas. No me voy a poner a describir absolutamente todo, pero te diré que el disco está INFESTADO de pasajes excelentes y momentos memorables. Ya el arranque demuestra que estamos ante algo grande; una balada simple y lujosa que sin embargo respira epicidad y, sobre todo, belleza en cada poro: lo que dice Anderson apenas se entiende, pero uno percibe que hay una escena trascendente ocurriendo, uno percibe inteligencia y erudición en cada frase. 

No han pasado más que unos pocos segundos de la pieza y ya ocurren muchas cosas espectaculares que otros discos no logran en toda su duración; la clásica melodía de flauta acompañando la voz de Anderson se pega en nuestro cerebro como si siempre hubiera existido, o como si la conociéramos desde antes; el rasgueo acústico directamente me hace flotar con su belleza inextrincable. Pianos y guitarras agregan el toque elegante, es el paraíso del prog-rock. Todo apenas está comenzando, no tenemos tiempo para acomodarnos cuando Anderson canta "Your words but a whisper, your deafness a shout"... y ¡¡¡BAAAM!!!, entra un masazo de acordes desde la nada y nos empuja de golpe bien dentro de la música... Son dos segunditos, y ya no queremos dejar de escuchar. Tres minutos después de este brillante tema incial la cosa vira de golpe y empieza a rockear duro: un riff de Martin trepa por las paredes y un órgano mortífero viborea en el aire. "See there a son is born!" exclama anderson, antes de que Barre ataque con un solo breve pero memorable.

Aterrizamos entonces al tercer tema de la suite; aquí Anderson canta acerca de "The poet and the painter" y "The doer and the thinker" enmarcado en una melodía imposiblemente hermosa respaldada por un delicado piano: esta es la epicidad grandiosa a la que otro Anderson, el de Yes, siempre aspiró pero nunca logró realmente. El tema principal se canta dos veces, y en el medio tenemos un abigarrado jam de guitarras agudas y flautas enloquecidas que por momentos se hace un poco denso pero que eventualmente termina rápido. Una breve e intrigante transición nos deposita en el siguiente motivo: ahora la canción se convierte en una vigorosa marcha guerrera: flauta y órgano batallan en un duelo antológico de melodías y contra-melodías. Anderson clama entonces que "I've come down from the upper class to mend your rotten ways" y el ritmo machaca sin piedad. Es uno de los momentos definitivos de toda la suite. De manera genial las melodías se van transfigurando y devienen en el distinguido rasgueo acústico del principio, solo que ahora Anderson canta una melodía totalmente diferente rodeado de campanitas y pianos. En seguida aparecen unas preciosas figuras melódicas dibujadas con un órgano muy agudo y Anderson exprime otra tremenda melodía vocal al cantar "I see you suffle in the courtroom". ¡Maldición! ¡¿De dónde sacan todas estas melodías y trucos?! Así, de esta manera espectacular, se va terminando la primera mitad de la canción.

La segunda arranca con una repetición del rock de A Son Is Born y continúa con una sección cacofónica bastante extraña con reminiscencias de Zappa y un salvaje solo de batería. Pero la cosa retoma las mejores alturas cuando a los cuatro minutos comienza OTRA VEZ el fantástico rasgueo acústico del tema principal: Anderson, no me pregunten cómo, inventa sobre él OTRA melodía DISTINTA y es sencillamente preciosa ("In the clear white circles of morning wonder..."). Luego, justo a los seis minutos y medio, entra un fraseo acústico ESCALOFRIANTE acompañado de unas turbulentas flautas en trémolo para dar inicio al segmento central de esta segunda mitad: la MASIVA y ÉPICA marcha de Do You Believe In The Day? donde el órgano y las flautas hacen cosas de otra galaxia en términos de creatividad y majestuosidad. A partir de aquí la canción empieza a meterse de lleno en un tour-de-force bestial, repleto de locuras sónicas, marchas ultra-veloces, melodías medievales, danzas tribales inexplicables y todo tipo de lindezas. Llega un nuevo tema: Anderson canta "Let me tell you the tales of your life" y a los catorce minutos explota una melodía tremenda vomitada desde el mismo infierno: ¡Escuchen eso! La flauta en un parlante, el clavicordio en el otro y una melodía étnica que evoca danzas de fuego y ritos étnicos de diversas naturalezas. Un lector amigo me ha dicho que es algo similar al huayno, una danza típica peruana... Y debe tener razón, ya que no es nada difícil imaginar esta música frenética surgiendo de las entrañas de los Andes en una noche precolombina de magia negra.

Y así sigue la cosa, cada vez más saturada de filos espectaculares que se amontonan y se liberan en el espacio. De pronto nos damos cuenta de que casi todas las melodías de la suite están siendo reflotadas y mezcladas entre sí para un final apabullante. El efecto de adenalina y emotividad que se genera es gigantesco: vuelve la emblemática melodía de "I see you shuffe in the courtroom", se insinuan partes de "The poet and the painter", vuelve la marcha de "I've come from the upper class", retorna con toda la vena el riff de "A son is born" y todo se resuelve ahí en lo más alto, con una EMOCIONANTE irrupción de la orquesta sinfónica lanzando suaves pinceladas de violines para que mis ojos se derritan en lágrimas. Y entonces la bestia rockera que es Jethro Tull arremete una última vez antes de que vuelva el tema principal para llevar todo a una cíclica conclusión. "And you wise man don't know how it feels, to be thick... as a brick" canta Ian, y el telón cae por fin. No podemos ovacionar porque nos quedamos sin habla.

Mi edición del CD trae además una versión en vivo del Madison Square Garden. Obviamente está comprimida a solo doce minutos, pero suena realmente muy bien. Por último hay una extensa entrevista con Ian, Martin y Jeffrey donde detallan los pormenores de la factura y creación de esta obra cumbre. Dos cosas: al momento de publicarse, Thick As A Brick fue revisado por la Rolling Stone con la calificación de UNA estrella sobre cinco, lo cual es una estupenda razón adicional para tratar de conseguirlo. Por otro lado, el disco llegó a estar número uno en los rankings de ventas, lo cual demuestra con creces la tremenda (y merecida) popularidad de Jethro Tull y, de forma más general, la vigencia del art-rock por aquel entonces. Lo importante es que Thick As A Brick es una de las composiciones más brillantes, estimulantes y extraordinarias que ha dado el rock de todos los tiempos; uno de esos extraños casos en los que ambición, megalomanía y complejidad se resuelven en algo totalmente disfrutable para los oyentes. Ni siquiera INTENTES hacerle caso omiso.

Sección COMENTARIOS DE LECTORES sobre THICK AS A BRICK!


A Passion Play – 1973

8-/10

"The Passion Play, goes all the way, spoils your insight"

1) A Passion Play.

mejor canción: tampoco

¡Ah caray! Esto SÍ que está difícil de digerir. Cuando hablamos de A Passion Play, hablamos del disco más complicado y retorcido de la carrera de Jethro Tull, el más controversial, el que mayor brecha genera entre quienes lo aman y quienes lo odian. También, marca el momento en el cual la banda se hace GENUINAMENTE progresiva: ya nada de medias tintas ni matices genéricos: esto es PURO PROG elevado a la enésima potencia, logrando por momentos que las tribulaciones de Yes, Genesis y compañía suenen, en comparación, como jingles para comerciales de pastas dentífricas. Me pregunto cómo hace una banda de rock para en cinco años pasar del blues crujiente, cálido y terreno de This Was a la pompa recargada, clasicista y teatral de esta cosa. Algo bastante RARO debe anidar en la cabeza de Anderson eh? EHHH??? Obvio, hemos presenciado la evolución de la Tull a través de Stand Up, Benefit, Aqualung y Thick As A Brick, pero esto ya parece otra banda diferente. Como decía, este disco es JODIDO; tanto que Peter Gabriel y Jon Anderson se unirían para demandarlo por excesos... veamos por qué.

La cosa viene más o menos así: visto el extraordinario éxito de Thick As A Brick, Ian Anderson se emocionó con todo este asunto de los álbumes de una sola canción, así que se sentó a componer y salió otra vez con algo de esa onda. A Passion Play también es una única canción-monstruo, y dura casi lo mismo que el álbum anterior. ¿Repetimos la fórmula Ian? ¿Qué pasa? ¿Estamos descansando en los laureles? ¿Un Brick parte 2? Bueno, no. En realidad, esto es MUUUY diferente a Thick As A Brick, y por ahí pasa básicamente el principal problema de la obra: sencillamente no es tan buena. O sea, por un lado hay que reconocer que el tipo, aún manteniendo el formato general, se molestó en hacer algo distinto (BIEN distinto) a su anterior trabajo, pero también se nota claramente que se le fue la mano.

Pero... ¿A dónde se le fue la mano? Qué se yo, a ningún lado... La cuestión es que finalmente cometió ese error tan común entre los músicos del rock progresivo: hacer las cosas lo más complejas, enfermizas y retorcidas que se pudiera sin calentarse mucho por magnitudes tales como melodías memorables, riffs excitantes, ganchos atrapantes, emotividad... ya saben, todas aquellas cosas que hacen al valor de entretenimiento de una pieza. A Passion Play es, en su concepción, la epítome del snobismo musical, de esa doctrina según la cual lo "pegadizo" y lo "melódico" son características casi indeseables mientras se puedan alcanzar nuevos niveles de super-complejidad. ¡Ojo! No estoy diciendo que un álbum de rock progresivo tenga que ser PEGADIZO per se, pero sí tiene que ser memorable, tiene que invitar al oyente a quedarse escuchando y no largar los auriculares hasta que no haya sonado la última nota. Y A Passion Play, NI SIQUIERA INTENTA ser eso. Es un disco que SE RESISTE a ser escuchado, un disco que te enrosca el cerebro de entrada, que no te tiende un solo gancho del que aferrarte, que te refriega en la cara todo tipo de combinaciones desconcertantes que no parecen conducir a nada. Para que se den una idea, estuve MEDIO AÑO lidiando con el álbum hasta que logré escucharlo completo y poniendo toda mi atención (eso ocurrió, por fin, hoy mismo). Eso es A Passion Play, una bestia tremenda imposible de ser domada.

Ahora bien... el disco NO ES MALO. ¿Entienden eso? Me gusta, y me gusta bastante. Bueno, no sé si "bastante" pero sí lo suficiente como para ponerle un ocho. No es Thick As A Brick y nunca lo será, pero creo sinceramente que la crítica se ha ensañado ciegamente con él. Porque en su momento los críticos profesionales le dieron con cien caños... con todo, lo hicieron moco, lo ODIARON, y a partir de entonces la gigante popularidad de Jethro Tull se vino a pique: pasaron de ser una de las bandas más grandes de su época a ser un acto marginal de culto, que es lo que sigue siendo hoy en día. Anderson, por su parte, nunca más se animó a meter su cabeza en el prog y volvió en buena medida al folk de Benefit. Todo muy trágico. Pero injusto, muy injusto, porque el álbum es verdaderamente decente. Obviamente es una especie de homicidio simbólico a Chuck Berry y, además, un motivo de náuseas y vómitos para los punkies... Pero para quien sabe disfrutar del buen rock progresivo, no está nada mal. Es que con A Passion Play ocurre algo bastante contradictorio que no he visto en ningún otro disco: cuesta HORRORES prestar atención a la música, pero si te mentalizás (haciendo yoga, o lo que sea) y efectivamente prestás atención, se descubren ciertas cosas interesantes, ciertos momentos intensos, ciertos indicios de que el genio compositivo sigue presente. Es cuestión de tener la paciencia suficiente. O sea, mucha, muchísima.

A grandes rasgos explico cómo suena toda la cosa. Suena como un gigantesco y casi intragable mamarracho de saxofones, órganos y sintetizadores, cada uno garabateando desde la nada y hacia la nada su propio delirio. No entregan melodías, ni solos, ni riffs, ni nada que se pueda identificar, sino que tejen una especie de masa progresiva indescifrable de principio a fin de la obra. Si eso fuera todo, ya le estoy poniendo una nota muy baja... Pero, por suerte, de este gran océano gelatinoso emergen ocasionalmente ciertos subtemas interesantes. Algunos tienen claros tintes medievales, otros logran convincentes grooves rockeros y otros transmiten cierta atmósfera teatral que no pasa sin sus encantos. Ninguno tiene EL riff ni LA melodía, pero les aseguro que unas diez o quince escuchas lograrán desempolvar del caos estos pasajes intrigantes y distinguirlos con cierta claridad de la nebulosa masturbatoria de la que nacen. Es una lástima que los saxofones estén en un plano tan destacado, en detrimento de, nada menos, la guitarra de Martin y la flauta de Ian. Pero habrá que acostumbrarse, digo yo. Ahí, en medio de todo este despropósito, Ian Anderson nos cuenta una historia sobre un tipo que muere y luego de visitar purgatorio, infierno y paraíso, decide que lo mejor es... resucitar (¿Mucho Dante Alighieri, eh Ian?) Como ven, a diferencia de Thick As A Brick, hay un concepto definido y narrativo (aunque las letras son complicadísimas, como era de esperarse): así que puedes agregar A Passion Play a tu lista de óperas rock. ¡Vamos! Después de todo el título mismo dice que es una obra de teatro.

Una de las cosas que más me llamó la atención al principio es que comienza igual que... ¡The Dark Side Of The Moon! (aparecido un par de meses antes) ¡Con latidos de corazón y todo! ¡Rarísimo! Pero mientras que en la obra de Pink Floyd los latidos se deslizan hacia esos orgásmicos toboganes sonoros de Breathe, aquí aparecen de pronto unos chapuceros saltitos de órgano y saxo, haciendo sus vidas sin interesarse por el oyente y sin que el oyente se interese en ellos... Por suerte enseguida arranca el Prelude con una melodía de flauta campestre para introducirnos a la historia. Es una buena melodía, típica del mejor Anderson; la recuerdo con cariño. Aquí comienza entonces ese gran caos; mientras en Thick As A Brick había un encadenamiento concreto de melodías distintivas, aquí todo parece un constante y único fluir cosmogónico, del cual surgen, como ya he dicho, ocasionales momentos. Como por ejemplo la extensa balada que da introducción a la obra, llamada The Silver Cord. Es REALMENTE buena; tiene una melodía vocal muy bien cantada, levemente operística, una de esas melodías que sin atragantarse en ganchos, seduce con el tiempo. Además goza de un acompañamiento muy seductor de piano y guitarra acústica: definitivamente algo que sí quiero escuchar. Después la cosa se hunde feo en grises y aburridos jams de saxofón, durante cierto tiempo, hasta que la calidad se restituye con Best Friend ("All your best friends' telephones..."), un ataque rockero fenomenal que llena de agallas y reaviva el interés en el disco, y con Critique Oblique ("Lover of the black and white"), otro pequeño momento de similar y estilo y no menor potencia.

También son interesantes las llamadas Forest Dance 1 y 2, consistentes ambas en un MAJESTUOSO y sencillo (Guarda! Algo SENCILLO en A Passion Play!!!) crescendo de bajo, rasguidos acústicos, flauta y sintetizador que efectivamente me transporta a algún bosque lejano en el tiempo y el espacio. Uno de los momentos más fascinantes y vuela-cerebros del disco, sin duda alguna; no había este tipo de cosas en Thick As A Brick. Estas Forest Dance(s) sirven de marco para la sección más DESUBICADA del disco: The Story Of The Hare Who Lost His Spectacles, y digo "desubicada" porque no tiene NADA que hacer aquí (eso fue una obviedad no?): súbitamente entra la voz histérica del inefable Jeffrey Hammond para narrar, en marcado acento de inglés cuenta-cuentos, una maldita historia PARA NIÑOS, ¡Acerca de una liebre que perdió sus anteojos! mientras la banda se afloja las pilchas y toca una musiquita juguetona de comedia barata... Ok, vamos a reconocerlo: HAY que estar en un submundo creativo muy especial para injertar una comedia para que los niños escuchen en las vacaciones en medio de una fábula cesuda y súper-seria sobre el séptimo círculo del infierno. La parte es medinamente divertida y sobre todo bizarra; la mayoría de los críticos opina que es el mejor momento del álbum, pero no estoy de acuerdo... demasiado avant-garde y monótona.

La segunda mitad de la suite vuelve a hundirse bastante en ciertas partes, y la verdad no tengo ganas de describirlo todo porque no vale la pena. Lo que digo del disco en general es aplicable: con cierto esfuerzo se capta cierto encanto, pero nada más. Bien sobre el final aparecen momentos dignos de mención, sobre todo 10:08 To Paddington, una cascada folk de guitarras acústicas y sintetizadores tan breve como hermosa y Magnus Perdé, donde la banda arremete sorpresivamente con un riff bien raro, desencajado y casi funky (¡Funky! Jethro Tull ¡Funky! Debo estar loco no?), rockeando un buen rato antes de llevar la pieza a su conclusión.

Ok, listo, final. Mi recomendación es que NO te inicies en Jethro Tull con A Passion Play. BAJO NINGÚN PUNTO DE VISTA. Es un buen álbum, criticado en exceso por algunos impacientes que se concentran siempre en los puntos débiles. La posta es que si te interesa el rock progresivo, este álbum tiene que entregarte un mínimo interés. No es ni mucho menos la cumbre del género: que haya que ESFORZARSE para llegar a disfrutarlo no es el mejor síntoma que digamos, pero no es la porquería inservible que ciertas (muchas) personas pretenden que es. Procedé solo cuando hayas tenido oportunidad de absorber los cinco discos anteriores: quizá entonces sí te guste, como a mí me gusta... Hay gente que lo odia y gente que lo ama. De hecho, muchos fans de Tull lo aclaman como el mejor de su carrera, y en su momento fue número uno en ventas... ¿Leyeron eso? ¡NUMERO UNO! Number One! ¡Como un disco de Britney Spears! Te lo digo ahora: si existe en la historia del rock un álbum número uno más improbable que éste, te regalo un helado de frutas con almendras. 

Envíame tus comentarios sobre A PASSION PLAY!


War Child – 1974

7-/10

"War Child, dance the days, and dance the nights away"

1) War Child; 2) Queen And Country; 3) Ladies; 4) Back Door Angels; 5) Sealion; 6) Skating Away On The Thin Ice Of A New Day; 7) Bungle In The Jungle; 8) Only Solitaire; 9) The Third Hoorah; 10) Two Fingers.

mejor canción: Bungle in the jungle

Luego del estrepitoso fracaso artístico de A Passion Play (que no es tal para mí, pero a los críticos no les gustó nada), Ian Anderson decidió que ya había tenido suficiente con álbumes de una sola composición. Así que cortó por lo sano y decidió volver a lo de siempre: viejas y queridas canciones de cuatro o cinco inofensivos minutos para que todos nos deleitemos como en los días de antaño, tomando té con tostaditas y scons. Pero acaso... ¿Volvió todo a ser como antes? La respuesta es: sí y no. Sí, porque en definitiva esta música no suena muy diferente a Benefit, o Aqualung, o incluso Thick As A Brick. No, porque la calidad total de las canciones, las melodías, los arreglos ya no es la misma. Sí y no.

War Child es uno de esos álbumes, los hay por todas partes, que son relativamente agradables al oído pero que no llaman la atención. Las canciones están ahí; suenan; no ofenden; no molestan; pero no pasa mucho en ellas. Es una tendencia que lamentablemente se va a mantener en los siguientes discos y de la cual Jethro Tull, salvo en contadas excepciones, no volverá ya a desembarazarse. Créanme: aunque escuche este álbum unas veinte... treinta... cuarenta veces, nunca pasa nada. No solo termino perdiendo el foco sino que después no recuerdo nada de ninguna canción, con excepción de tres o cuatro. Lo mismo puede decirse de A Passion Play, del cual todavía no recuerdo más que pequeños pedacitos, pero en ese caso había ALGO más o menos intrigante mientras suena. Más o menos loco. Acá no. Acá solamente vuelven los temitas acústicos con algo de flauta, algunos estribillos enérgicos y algunos toques de atmósfera anticuada... pero no mucho más. Los riffs de Barre son pocos y genéricos; los punteos acústicos de Anderson son aleatorios, las melodías vocales son olvidables y ni siquiera hay grandes solos de flauta u órgano para cortar el humor cansino del álbum. Y se sabe que cuando alguna de esas cosas faltan, la música de Jethro Tull puede hacerse muy apática.

Sin embargo no me siento impulsado a ponerle una nota muy baja. ¿Por qué? Porque si bien los temas son escasamente memorables, suenan bien. Es decir, son inofensivos, y mientras uno está escuchando todo aparece bastante aceitado y parejo. No hay casi nada que salte de repente y nos agarre por el cogote, pero tampoco hay motivos para andar quejándose demasiado: las texturas instrumentales (saxofones, acordeones, campanitas, gaitas, cuerdas, etc.) ostentan lo suficiente como para no volverlo excesivamente soporífero; la dinámica grupal muestra una complejidad que alcanza para, por lo menos, mantener algo de esa encantadora atmósfera progresiva, culta, ancestral tan característica de Tull. Es decir, se mantiene algo de la identidad. En pocas palabras; un álbum de rutina; un álbum que está bien mientras se escucha pero que no excita ni da motivos para hacerlo correr otra vez; un álbum con sus pequeños momentos de sobrio encanto, pero nada más.

Otro buen motivo para no bajar tanto la calificación es que al menos tres de estas diez piezas son BASTANTE memorables. No digo que sean clásicos absolutos, pero están ahí, y un disco que es capaz de brindar tres semi-clásicos de la carrera de Jethro Tull merece cierto respeto de mi parte. Sí, tres: Bungle In The Jungle es, sin dudas, el momento medular de War Child. Se trata de una melodía pop soberbia, sumamente pegadiza y sencilla a la vez, respaldada por pianos, cuerdas y ocasionales intervenciones de Barre. No sé si muchos oyentes se sentirán exactamente fascinados por ese ambiente de safari fotográfico que tiene, pero apuesto mucha plata a que a cualquiera se le quedará la melodía pegoteada en la cabeza casi instantáneamente. Y eso está bien. Otra gran canción es Skating Away On The Thin Ice Of A New Day que, admitámoslo, es una especie de Thick As A Brick de cuatro minutos. El estilo, la instrumentación y hasta partes de la melodía son tan parecidos que incluso parece una continuación o referencia intencional. Igual, sea como sea, el tema es totalmente magnífico, como cualquier cosa parecida a Thick As A Brick se supone que debe ser. Anderson y amigos nos regalan aquí un estribillo clásico que puede hacer derramar alguna lágrima y arreglos impecables que incluyen de todo: sofisticadas acústicas, acordeones, sítaras, variaciones rítmicas y hasta modestos riffs eléctricos. Lindísma. Para escuchar una y otra vez.

La tercera canción que siempre recuerdo es War Child, también conocida como "pista titular". No hay nada especialmente arrollador acá, pero las guitarras amenazantes del comienzo, los sugestivos saxofones nocturnos y ese gran estribillo de "Dance the days and dance the nights away" convergen de manera feliz en una atmósfera de inquietud que incluye bombas cayendo desde el cielo y explosiones bélicas. Algo diferente. Y después... el resto. Canciones del montón que no son ni malas ni buenas. O mejor dicho, son buenas pero como otros cientos de miles de temas lo son. Cada una tendrá dos o tres cositas para rescatar que no obstante se confunden unas con otras y se olvidan pronto. Back Door Angels, para poner un ejemplo elocuente, es un tema bastante aburrido sin melodía ni nada por el estilo, pero nos regala un inesperado riffeo heavy, único en todo el álbum. Y es un buen riff, de esos que inyectan adrenalina en todas las arterias y recuerdan a los mejores momentos de Benefit. Por ende, ya no tengo ganas de colorearlo de verde. Sealion no parece tener mucha imaginación (muy similar a Bungle), pero sí ese gracioso "estribillo" gracioso donde Anderson canta "You balance your world on the tip of your nose" con un saltarín organillo de fondo. The Third Hoorah se destaca por su festiva marcha de gaitas que nos ubica sin esfuerzo en alguna cantina escocesa en una noche ancestral, donde todos bailan borrachos pasada la medianoche. Muy divertido y brillantemente ejecutado, pero no quita la respiración precisamente. La infestada de acordeones Queen And Country cuenta con un estribillo más o menos potente que alcanza a grabar sus inciales por algún lado... Y así sucesivamente cada temita tiene su cosita para tenernos al borde del sopor sin que realmente lleguemos a aburrirnos del todo. Sólido. Decente. Pero sin novedad.

Jethro Tull vuelve entonces a retomar los caminos insinuados en Benefit pero sin la convicción rockera y melódica de antaño. Ahora solo es cuestión de recrear una y otra vez las mismas simpáticas viñetas folklóricas, tirarles dos o tres floreos de cuerdas o algún instrumento exótico y listo. War Child cumple, pero la sin la grandeza de los clásicos anteriores.

Envíame tus comentarios sobre WARCHILD!


Minstrel In The Gallery – 1975

5-/10

"Here I go again. It's the same old story"

1) Minstrel In The Gallery; 2) Cold Wind To Valhalla; 3) Black Satin Dancer; 4) Requiem; 5) One White Duck / 0¹º = Nothing At All; 6) Baker Street Muse; 7) Grace.

mejor canción: Minstrel in the gallery

Nos hundimos cada vez más en el folk-rock. Nos hundimos cada vez más en el sopor. Nos hundimos. El aburrimiento y el bostezo no podrían estar más agradecidos con este disquito que los amamanta cada vez que puede, que les da vida. No es que me disgusten los motivos folky, los ribetes medievales y las tonadas acústicas, pero así la cosa no va muchachos. No va. Minstrel In The Gallery es un álbum agradable, no puedo afirmar lo contrario. Es agradable, inofensivo, genérico y sin rostro. ¿Las melodías? Brillan todas por su ausencia; a esta altura Anderson estaba muy apurado por no pasar 1975 sin sacar su álbum como para, encima, fijarse si tenía en la jeta algo más o menos memorable para cantar, o para tocar. Nada de eso. Él agarraba la guitarrita acústica y le daba pa' adelante, como esos asnos a los que le ponen una zanahoria delante y caminan. Así nos va a nosotros: nos dormimos y roncamos. Otros en cambio lo disfrutan: muchos fans consideran a Minstrel como una de las obras maestras del grupo: yo digo que se fumaron tantos porros que el cerebro se les llenó de moho y avispas. No jodan.

En serio, es MUY complicado aferrarse a algo en Minstrel In The Gallery. Cada tanto hay ciertos momentos de genuino impacto instrumental, pero son escasos y están perdidos en una monstruosa masa de anónimos pedaleos acústicos, acompañados con cuerdas y pianos que no van a ningún lado en absoluto. Solo hacen bulto; los instrumentos hacen bulto sonoro, pero nada más. Y lo digo con pesar: adoro el sonido de una buena guitarra acústica, pero cuando hace algo más que simplemente SONAR. Lo adoro cuando toca lindas melodías, cuando de pronto se pone malvada y oscura, cuando es dulce y expresiva, cuando es fiera y cortante... Si quieren un buen ejemplo, escuchen todo lo que hace Ian en Thick As A Brick; eso era genial. Pero acá la guitarra acústica simplemente suena, como si viniera con un botoncito rojo que lo apretás y ya está: suena. Acá se suceden una tras otra las masturbaciones folklóricas de Ian, sin melodías, sin toques dementes, lavados con cortinas de cuerdas que parecen sacadas de una recepción de hotel dos estrellas. Y creánme que no hay nada interesante en eso. Nada.

¿Qué le pasó a Ian? ¿Tan de golpe se puede perder la chispa divina? ¿Esta es la misma banda que hizo Aqualung? Bueno, no fue tan de golpe. War Child ya anunciaba que las cosas se iban para abajo como las carnes de una mujer decrépita, pero mientras en aquel disco se las ingeniaron para tirar tres o cuatro melodías para el recuerdo, acá no hay ninguna. Si en aquel disco incursionaron en todo tipo de arreglos instrumentales, acá siempre te comés el mismo rollo. Si no son interminables tintineos acústicos sin melodía discernible, son pucheros eléctricos inventados casi como excusa de último momento. Un horror. Por momentos, Minstrel In The Gallery es tan aburrido que desespera. Porque uno espera en vano excitarse, sentirse agarrado por el cuello como en los viejos días de Stand Up o Benefit y bueno... no pasa nada de nada. Ni siquiera la flauta de Ian consigue zafar del bochorno y la apatía, dedicándose a escupir las notas más predecibles de la que es capaz. Y es una verdadera lástima ya que las letras en general son bastante buenas, y se podría haber hecho algo relativamente emotivo y potente con ellas. Pero si la idea es solamente tomar la guitarra, mandar lo primero decente que sale y después pasar a cobrar por la ventanilla como si fuera un laburo de fábrica, no queda otra que la decepción.

Debo admitir que los dos primeros temas se dejan escuchar. El tema titular con el que abre el disco puede incluso ser considerado un clásico menor de la banda. Dura casi ocho minutos pero nunca se pone aburrido, ya que en rigor son tres canciones en una. La primera parte nos regala la única melodía vocal relamente atemporal de todo el disco, respaldada por un sólido acompañamiento acústico, de esos que levantarían a cualquier público en cualquier concierto. El segundo segmento nos muestra a un heroico Martin Barre regalando algunos elaborados, aunque no muy memorables, pasajes de puro prog eléctrico. Lo mejor de todo el álbum llega sobre la mitad, cuando entra por fin el electrizante riff principal, las notas de bajo cargan con toda su potencia y una inolvidable melodía de flauta se eleva sobre los aires como un majestuoso velamen musical. Así es como Tull nos recuerda que aún puede rockear. Así es como Tull nos colma de esperanzas que luego procede a destrozar. La mística balada Cold Wind To Valhalla no es mala; las melodías acústicas vuelven a ser milagrosamente atmosféricas y por ahí en el medio Barre nos regala un solo de guitarra bastante interesante que va convirtiendo el tema en un trepidante hard-rocker sin que nos demos casi cuenta. ¡Ojo! Después, cuando ya pasó, Valhalla es imposible de retener, pero aún así zafa.

A partir de ahí caemos en un abismo negrísimo. Tanto que es imposible para mí escribir cosas concretas sobre Black Satin Dancer, Requiem o One White Duck, salvo que son tres de las piezas más excruciantemente aburridas que conozco. Requiem, en particular, parece un chiste de mal gusto. Cuatro minutos de nada. O sea, ¡De NADA! ¡Es una sensación horrible! El chabón toca la guitarrita sin hacer absolutamente nada interesante, canta sin la menor convicción una melodía inexistente que andá a saber si no la inventó sobre la marcha; y mientras tanto se suman unas cuerdas lavadas, intrascendentes, irritantes. O sea, el tema es la NADA absoulta. Cualquiera diría que Anderson se propuso cantar algo que NADIE pudiera recordar, algo que pasara etérea y fugazmente por el aire sin que nadie pudiera tomarlo con los mecanismos perceptivos propios del hombre. Como niebla, o algo así. Visto así puede ser una proeza; como canción es un verdadero horror. Lo peor es que ni el riffest insulso de Black Satin Dancer ni la inconsecuente balada One White Duck se diferencian demasiado. Son enormes cuerpos sonoros de materia indefinida, que no van a ningún lado, que no se recuerdan, que empezás a escuchar con toda la disposición y enseguida estás perdido porque no hay ni melodía, ni relieves instruementales de peso, ni atmósfera, ni nada. Es tétrico. Black Satin Dancer es especialmente desesperante, una balada-rocker de SIETE MALDITOS MINUTOS en los que no hay un PUTO GANCHO. Es un patético devenir de naderías una tras otra, que molestan la inteligencia. Porque uno para las antenas con el mayor esfuerzo del que es capaz, y no viene nada. Solo el mismo vaivén de cuerdas, guitarras acústicas y firuletes eléctricos completamente apáticos.

Igual, sin dudas, el mayor crimen del disco, y uno de los mayores crímenes de la humanidad, es ese monstruoso aparato llamado Baker St. Muse, que dura casi DIECISIETE minutos! Y es LO MISMO que había en las canciones anteriores, solo que extendido por minutos, y minutos, y minutos que parecen coagulados en el tiempo. No pasan más. Puedo admitir, de hecho lo haré, que en una composición tan larga siempre hay algún que otro momento más o menos agradable. Por ejemplo, el comienzo nos ofrece una melodía que se me antoja lejanamente acequible y bueno, es algo. Pero no alcanza, y tragarme una cosa así entera, prestando atención en cada instante cuando todos los instantes son iguales, es algo que está mucho más allá de mis capacidades. Quizás el peor tema de más de quince minutos que existe sobre la faz del planeta. Anderson, ponete las pilas.

En fin, Minstrel In The Gallery es un disco muy débil que no obtiene una nota inferior solo porque, en definitiva, la pista titular es excelente y el resto nunca llega a ser realmente ofensivo o MALO en el sentido más contundente del término. Pero es aburrido en extremo. No entrega nada. No hay melodías, no hay potencia rockera, no hay creatividad instrumental, no hay versatilidad, no hay cosas inesperadas o sorpresas, no hay, NI SIQUIERA una atmósfera medieval densa como sugiere la cubierta. Probablemente sea la pieza de música más NULA y ABURRIDA que haya conocido y eso, muchachos, no es poco. Un dramático fracaso para la carrera de Tull, y el primer signo realmente grave de que la banda se está cayendo a pedazos. 

Sección COMENTARIOS DE LECTORES sobre MINSTREL IN THE GALLERY!


CONCIERTOS


Concierto de Jethro Tull en Buenos Aires

(23/03/2004)

SETLIST - 1) Living In The Past; 2) Nothing Is Easy; 3) Beggar's Farm; 4) With You There To Help Me; 5) Eurology; 6) Farm On The Freeway; 7) Pavane; 8) Weather Cock; 9) A Week Of Moments; 10) Bouree; 11) Mother Goose; 12) Morris; 13) Songs From The Wood / Too Old To Rock And Roll Too Young To Die / Heavy Horses; 14) ?!?! 15) A New Day Yesterday; 16) Aqualung. 

 

ENCORE - 17) Wind Up; 18) Locomotive Breath.

 

Todo este asunto de Jethro Tull ocurrió bastante rápido para mí. Oh sí, conozco un escueto puñado de sus canciones desde hace unos años, gracias al bendito (y hoy en día pervertido, lleno de publicidad, troyanos y archivitos dorados que no sirven para nada) Kazaa Media Desktop, esa infernal máquina violadora de la propiedad intelectual que anida en mi computadora. Pero no fue hasta enero del 2004, este mismo año, que adquirí mis primeros dos CD's del grupo (Stand Up y Benefit) y me senté a escucharlos en su totalidad. Quién hubiera dicho que apenas un par de meses después estaría viendo al grupo EN VIVO en mi ciudad natal eh?

Me enteré de que venían de una manera un tanto insólita. Como supondrán, los medios masivos argentinos no difundieron mucho sobre la llegada de Tull al país; a veces pienso que bien podría habérmelos perdido si por mi exposición mediática fuera... Cada vez que aterrizan infames como Alejandro Sanz o Chayanne, oh sí, ahí los noticieros hablan de ellos, Susana Giménez los invita a su pésimo programa y todo el mundo, hasta al que le importa tres pepinos, termina informado con lujo de detalles sobre estos pobres apéndices del imperialismo discográfico global. Pero no me puedo quejar demasiado: Jethro Tull hace tiempo que ha dejado de ser un fenómeno comercial de masas para convertirse en un subterráneo y pintoresco grupo de culto. Mejor que así sea. La cosa es que me enteré con bastante anticipación a través del nick de un tipo que tengo en el MSN... "¡Viene Jethro Tull!" ponía sin adornos y, bueno, ahí mismo pensé "Sea dónde sea y cueste lo que cueste tengo que estar".

Y estuve, y fue fantástico y no me arrepiento. El que quizá se arrepienta sea mi viejo, a quien le tengo que agradecer ad infinitum por haberme regalado, sin que yo siquiera se lo pidiera, una entrada con ubicación de lujo, la cual le obligó a desembolsar bastante más plata de la que yo pensaba gastar (y de la que a él le hubiera gustado gastar, seguro). Para su paso por el país, Jethro Tull agendó nada menos que TRES noches en el teatro más grande de Buenos Aires, el Grand Rex, con capaciadad para 3300 espectadores. Si tenemos en cuenta que finalmente el teatro se repletó en las tres funciones y que en México DF, megaciudad que tiene el doble de habitantes que BA, los tipos tocaron UNA SOLA noche, llegamos a una conclusión bastante clara: acá en Argentina hay más fans del buen rock clásico que en otras partes de latinoamérica. Creánme que igual no se nota mucho ni en la vida cotidiana ni en las FM locales.

De las tres funciones yo asistí a la primera. Fue el martes 22 de marzo. Unos pocos días antes los ficheros publicitarios del show habían empezado ya a invadir las calles y algunos diarios se habían dignado a publicar un par de reportajes a Ian Anderson. Sí, iba a ser un concierto bastante importante después de todo; tengamos en cuenta que bandas de este calibre RARAMENTE pisan estos suelos sureños desde la maldita devaluación. Un buen amigo mío, Juan Pablo, había manifestado su voluntad de acompañarme, pero finalmente no fue... y eso que tuvo la chance de conseguir entradas gratis a través de un contacto secreto... A eso yo le llamo falta de interés. Es así que terminé llendo solo, solo, solito como un hongo. Quizá me hubiera gustado compartir la experiencia con alguien, pero francamente lo importante era ver y escuchar a la banda.

La función estaba prevista para las 22:00 hs y por las dudas me aseguré de llegar al teatro al menos una hora y media antes. Un viaje en tren de más de media hora y un breve recorrido en el metro porteño me llevaron desde casa hasta el Grand Rex, ubicado en la Avenida Corrientes, pleno centro. En el lobby del teatro había ya mucha gente que revoloteaba esperando para entrar a la sala, algunas incluso vistiendo remeras de Jethro Tull. Sorprendentemente, el público era bastante heterogéneo: muchas mujeres, muchos tipos de mi edad, muchos de la edad de mis papás, algunos chicos, algunas familias con sus hijos, bastantes parejas de novios, algunos grupos de ancianos... Eso sí, todos de clase media tirando para arriba, bien provistos de lujosos celulares y buena pilcha. A pesar de que las muchedumbres cuantiosas suelen deteriorar mi paciencia, me sentía bastante cómodo porque por una vez en la vida sabía que ALGO me unía a todos ellos: en este caso la expectativa y el interés por una misma banda de rock. Entre los murmullos sueltos que se colaron en mis oídos, hubo uno que me ilusionó: un tipo le comentaba a sus amigos que ya había visto a Jethro Tull en vivo, que era lo más grande que le había pasado y que si en esta ocasión daban un 50% de lo que habían dado esa vez, él se iba contento. ¡Mirá vos! pensé yo. Linda, linda expectativa había en el aire, y por lo tanto me quedé un rato paseando entre la gente, respirando un poco el ambiente. En esos momentos, varios vendedores ambulantes se apostaban en la vereda ofrenciendo fotos de Ian, posters de Ian y hasta discos compactos (piratas, imagino) del grupo. Cosas que un índice de desempleo astronómico nos obliga a aceptar sin mucho tiento. Como no tenía mucho más para hacer, pronto me metí en la sala.

Ahora bien, mi preocupación por llegar antes del horario fue en vano, ya que el concierto empezó ¡cuarenta minutos tarde! Sí, Ian Anderson será inglés, pero por lo visto le importa un rábano la puntualidad. Si mal no recuerdo, a las nueve y media ya estaba instalado en mi asiento, pero el recinto del teatro se hallaba prácticamente vacío y la gente llegaba muy de a poco. Cuando el reloj marcó las diez menos diez, el asunto daba a entender que aún faltaban como dos horas para el comienzo. Casi todas las butacas vacías, intrascendente blues de asensor manando de los parlantes, gente charlando pasivamente en los rincones... Mi ubicación era excelente. Estaba lo suficientemente cerca del escenario como para ver bien lo que hacía cada músico, y lo suficientemente lejos como para tener una buena visión general del grupo y no tener que perder de vista a uno por ver lo que haría el otro.

Con el correr del tiempo empecé a perder rápidamente la paciencia. Imagínense; clavado en mi butaca sin nada para hacer durante media hora, escuchando ese maldito blues sin solución de continuidad, viendo que el teatro seguía sin llenarse... A eso de las diez y diez salió un tipo al escenario y se puso a tocar el stick. Se trata de un instrumento parecido a un bajo, pero con más cuerdas, sin caja y con otro sonido. El músico en cuestión era Gustavo Cides, un argentino que según me enteré después es uno de los más grandes expertos del mundo en este marciano instrumento. El tipo francamente sabía lo que hacía, y tocó algunas cosas bastante buenas, pero después de un tiempo se tornó bastante tedioso. Es que al principio supuse que iba a interpretar dos temitas y ya, aparecía Tull... pero de repente descubrí que ya andaba por la quinta o sexta canción y parecía que no se iba más. Además lo que ofrecía era muy repetitivo; empezaba tocando un tema que quedaba grabado digitalmente en algún lado; eso mismo era reproducido después una y otra vez, y en cada repetición el tipo le iba agregando algo nuevo. Al principio era MUY interesante, pero después empezaba a limar el cerebro, sobre todo cuando la música ya se había convertido en una nube inflada de cosas y efectos que se repetían y repetían y no querían terminar más. Para la cuarta canción ya la cosa era exasperante. Tenía ganas de agarrar un rifle y volarlo del escenario. Cuando por fin se despidió, yo pensé que iba POR FIN a aparecer Jethro Tull, pero no... después de eso todo volvió a su estado anterior por un buen tiempo. La verdad, una payasada, y mucho más cuando la entrada enfatizaba: "El show empieza PUNTUALMENTE". Un chiste, y no precisamente muy gracioso.

Más o menos cuando habían pasado cuarenta minutos del supuesto inicio del show y yo estaba a punto de levantarme a buscar a Ian y arrastrarlo al escenario con métodos violentos, las luces se apagaron. Una ovación cargada de adrenalina hizo vibrar todo el teatro que, por suerte, ya estaba colmado de gente. Recuerdo que a mi izquierda tenía un gordito que también había venido solo y se la pasó gritando como desaforado durante todo el concierto. Pero en fin, vamos al show. Cuando las luces del escenario se encendieron allí estaban. Jethro Tull. Los cinco. Una versión buenísima de Living In The Past fue la encagarda de abrir el set; no soy un gran fanático de este clásico, pero la forma en que la tocaron fue brillante y me hizo augurar un show mucho más excelso del que mi imaginación había esperado. Precisión, volumen, clase, experiencia... todo eso era lo que transmitían los cinco músicos en el escenario, ya desde esas primeras notas. De los cinco, dos eran bien conocidos. Ian Anderson, ya bien pelado y con un pañuelo colorinche anudado en la cabeza, parecía una especie de pirata hippie que tocaba la flauta. Está viejo, pero la verdad no se notaba. Al menos en su vivacidad y su aspecto físico. Su voz, en cambio, daba claros signos de deterioro, ya que le costaba alcanzar las notas y sostener la respiración mucho tiempo. Por esta razón, cantaba con fraseos entrecortados, poco legibles y estirando las palabras de una forma un tanto extraña. Pero todo bien, porque con el correr de los temas me fui acostumbrando a su voz y para el final del show, ya me parecía el viejo Anderson de siempre. Además, su virtuosismo en la flauta se manifestó en máxima forma durante toda la noche, produciendo un sonido claro y cristalino que colmaba todo el teatro, mientras iba de acá para allá correteando, mirando para todos lados con pinta de loco, ocasionalmente saltando en una sola pierna para evocar el clásico ícono de Jethro Tull.

El otro era, quién sino, Martin Barre. Un verdadero maestro. El tipo sí que parecía un abuelo, con todo el pelo gris y su adusta ropa de viejo, inmóvil en el lugar donde le tocó estar. Pero ¡mamita cómo tocaba! Perfección absoluta de la primera a la última nota. Como dije en algún lado, el tipo tiene cero expresividad y cero actitud de "rock-star" sobre el escenario... Es un poste. Pero todo lo que hace con los sonidos basta y sobra. Los demás son los miembros mas nuevos y jóvenes del grupo. Bueno, el baterista Doane Perry no es exactamente un "joven", y su aspecto de rústico barbudo coincide con la imagen tradicional del grupo. Junto al pianista Andrew Giddins y al bajista Jonathan Noyce, todos cumplieron un gran papel como banda. Ninguno estuvo a la altura del gran Barre en términos de performance individual, pero como conjunto sencillamente la rompieron, derrocharon profesionalismo. Tocaron los cinco totalmente de memoria, ajustadísimos, con sincronización perfecta, sin error alguno, cuidando cada mínimo detalle, metiendo en cada canción cientos de grooves distintos con la naturalidad de quien se está cortando las uñas. Cuando a lo largo del show la música de pronto se tornaba un poco igual a sí misma, solo tenía que detenerme y concentrarme en la magnífica la interacción entre los instrumentistas para volver a sentir la magia de la velada. En términos técnicos, el show fue de diez puntos para arriba.

La primera parte del show arrancó con algunos conspicuos clásicos de sus primeras épocas. A la jazzera y cambiante versión de Living In The Past le siguió sin interrupción una trepidante Nothing Is Easy cargada de emoción y polenta. Luego Ian Anderson se acercó al microfono y presentó el show, revelándose como un animador bastante simpático aunque quizás un tanto estudiado, poco espontáneo. Salvo excepciones, anunció los nombres de todos los temas antes de tocarlos y aprovechaba la ocasión para mandarse algún chistecito en inglés. Particularmente memorables fueron sus ironías sobre las distintas fases de la historia del grupo "En algún momento fuimos un grupo de heavy-metal", decía haciéndose el serio antes de tocar Farm On The Freeway, "nosotros ganamos un grammy por mejor performance de heavy-metal y Metallica NO". La gente se reía de sus chistes y ovacionaba sin parar ante cada anuncio. "Esas dos canciones eran de 1969", dijo Ian con respecto las dos primeras; "Pero son demasiado nuevas, vamos a tocar una mucho más vieja, de nuestro primer álbum de 1968" y arrancaron con una sobria Beggars Farm que innundó sutilmente la noche mientras se oscurecía el escenario. La recorrida por los clásicos tempranos culminó con una correcta versión de With You There To Help Me, del álbum Benefit, que no energizó tanto a la gente, quizá porque el poderoso jam del final fue considerablemente más tranquilo que en disco.

A partir de aquí comenzaron con una recorrida por el material más nuevo, a través de un setlist un tanto discutible. No digo que Weathercock, de Heavy Horses y la blusera Farm On The Freeway, de Crest Of A Knave sean malas canciones (de hecho, la versión que hicieron de Farm On The Freeway fue muy convincente), pero como elecciones para un recital de esta magnitud se me hacen un poco aleatorias, más que nada cuando quedaron algunos clásicos de importancia afuera. También se tocaron algunas piezas de las más recientes publicaciones; Christmas Album y Rupi's Dance, el último disco solista de Anderson. Todo material de primera, aclaro, pero siempre con la sensación de que no había nada nuevo para ofrecer. El Pavane de Gabriel Fauré, aparecido en el Christmas me pareció particularmente atractivo y seductor, sobre todo por la interpretación de Andy Giddings al acordeón, mientras que las piezas solistas de Anderson como el instrumental Eurology y el número vocal A Week Of Moments cumplieron con lo suyo sin descollar.

La vuelta a los clásicos arrancó de la mejor manera con una reinterpretación de Bouree, a la cual se le agregó una flamante introducción bien Bachiana para agregarle color y que deslumbró con los solos de los miembros, especialmente la de Anderson en flauta (oBviamente) y del bajista Noyce. A cada momento, la banda aprovechaba para mandarse alguna que otra payasada en escena y anirmar el show. Bouree fue la ocasión propicia para una de las más memorables, cuando Andy Giddings se levantó del teclado y con un pañuelo secó la frente de un "nervioso" Jonathan Noyce justo antes de su solo de bajo, el cual, contradictoriamente, fue totalmente suelto y profesional, sin que le temblara un pelo al muchacho. Cuando finalizó Bouree, la banda se reacomodó en el escenario. Doane Perry se bajó de su batería (lo cual me hizo creer por un momento que habría un intermezzo) y se instaló frente a unos bongos. Giddings y Barre también dejaron sus instrumentos y tomaron sendos flautines mientras que Anderson se colgó una pequeña guitarra acústica, que por su tamaño no se si no era una mandolina, un ukulele o alguna de esas cosas raras. Esta fue la preparación para el clásico Mother Goose, y cuando sonaron esas primeras notas tocadas por Ian, debo confesar que se me puso la carne de gallina por un breve momento.

Inmediatamente después el viejo Ian se tomó un recreo, se fue del escenario y dejó al resto de la banda con un jam rockero titulado Morris, composición de Martin Barre tomada de su álbum de 1994 Trick Of Memory. Nada del otro mundo digamos, solo un intermezzo genérico para entretener un poco mientras se cocinaban otras cosas. Y las cosas que se cocinaban pues... valieron la pena la espera. Lo primero que hizo Anderson al volver fue aununciar un popurrí consistente en Songs From The Wood, Too Old To Rock And Roll Too Young To Die y Heavy Horses. Fue, era de esperarse, uno de los grandes momentos de la noche. Antes del show no había tenido mayor chance de disfrutar del todo estos tres clásicos, pero aquí cada una de las piezas, epecialmente Heavy Horses revelaron una belleza y una emoción sin precedentes en el show; la performance de la banda fue particularmente ajustada e impresionante, y la respuesta de un público enfervorizado no había más que hundirme más en las sensaciones provocadas por esas hermosas melodías. A continuación la banda tocó un entretenido jam instrumental cuyo nombre no anunciaron y por lo tanto nunca pude saber exactamente de qué se trataba. Fue apenas un prolegómeno para la fuerza rockera de A New Day Yesterday. Acá, hay que decirlo, no se pudo replicar la MONSTRUOSISDAD IMPIADOSA del riff original, pero la versión no dejó de ser lo suficientemente intensa para conmover y traer buenas memorias. 

Ahora, si de intensidad se trataba, el show todavía nos adeudaba lo máximo. Luego de los aplausos por A New Day, el grupo se embarcó en lo que parecía otro jam aleatorio de flautitas y cositas... Estabamos todos ahí, medio distraídos, tratando de identificar la melodía, cuando de pronto ocurrió un cambio dramático sobre el escenario: un foco de luz iluminó la figura de Martin Barre; éste dio un paso al frente con autoridad, se inclinó sobre el público, la banda dejó de tocar y, en medio de una reverberación expectante que sonó como silencio... EL RIFF.

TUM - TUM - TUM TUM TUM TUM!!!

Inmediatamente, una ovación ensordecedora, conmovedora, se elevó desde el público y se vino como abalancha sobre todos nosotros. Aqualung explotó en la noche con una fuerza demoledora que francamente nunca había sospechado. De pronto, tenía ante mis ojos una banda rockeando duro y pesado como en los viejos tiempos, como si esos más de treinta años no hubieran pasado nunca y de repente me encontrara en los primeros años setenta, contemplando el pleno cenit del rock. El teatro fue una fiesta, todos en el público compartíamos esa sensación de estar ante algo irrepetible y por eso había palmas, gente de pie, y excalamaciones de exctación; el grupo lo sabía y daba LO MEJOR de sí mismos. El mítico riff de Barre, no se cómo diablos, se las ingenió para sonar DIEZ VECES más potente y patea-traseros que en el CD original, Anderson le imprimió a su performance vocal toda la convicción posible, la parte acústica sonó como estar en el mismísimo cielo y el solo de guitarra tomó las proporciones ÉPICAS que uno esperaba. Realmente me sentí sacudido por dentro, como nunca antes me había sentido en un show (ni siquiera en el de Waters) y supongo que todos estábamos en la misma. Gracias Jethro Tull por tanto rock and roll. Gracias por demostrar una vez más que en una época de música electrónica y ritmos latosos a lo Ricky Martin, todavía hay héroes con la voluntad para regalarnos este tipo de cosas. Bueno, no "regalarnos" exactamente, pero solo por esta canción valió la pena cada peso invertido en la entrada.

Cuando el tour-de-force terminó se encendieron todas las luces anunciando que el show había terminado. En ese momento me deseperé ya que me resitía a creer que la cosa debía terminar allí. Pero era lo lógico; después de un Aqualung así había que cerrar el teatro, directamente. Igualmente, hubo tiempo para un soberbio bis, en el cual una cortita versión de Wind Up y una DEVASTADORA Locomotive Breath se encargaron de ponerle broche de oro a la velada. Inolvidable.

Ahora me permitiré algunos insultos. Ian, sí Ian, a vos te hablo... ¿Como CARAJO se te ocurrió NO tocar Thick As A Brick? ¿Quién te metió esa idea PELOTUDA en la cabeza? Fue desesperante. Había ido en un 50% por eso, casi toda la noche estuve esperando por esos rasguidos acústicos y ese "Really don't mind" y nada, ni mención. Mayor fue mi frustración cuando un contacto que fue al concierto del día siguiente me comentó que SÍ la habían tocado. Una decepción... aquí es cuando no entiendo por qué carajo aparecen cosas como Weathercock o Week Of Moments... Una condensación de Thick As A Brick de cinco, siete minutos hubiera hecho todo para mí. Pero no, decidieron que su mejor obra no estuviera presente esa noche. También extrañé cosas como Teacher y Sweet Dream, pero bueno, supongo que no puedo andar pidiéndolo todo ¿No? Solo me quedará la espina de Thick As A Brick ahí clavada por un tiempo.

Pero en fin, no es mayor cosa. No es nada que me impida concluir que este recital fue una maravilla, impecable en lo técnico, brillante en lo emocional, y sumamente entretenido como show general. El rock no está muerto gente. Yo lo ví vivito y coleando una noche de marzo en Buenos Aires y solo me pregunto cuándo volverá a aparecer. 

Envíame tus comentarios sobre LA GIRA 35 ANIVERSARIO DE JETHRO TULL!


De vuelta al índice!