U2

Bono: voz / The Edge: guitarra / Adam Clayton: bajo / Larry Mullen Jr.: batería

ÍNDICE

TEMAS SOBRESALIENTES

        - Introducción

1980 - Boy

1981 - October

1983 - War

1983 - Under A Blood Red Sky (live)

1984 - The Unforgettable Fire

1985 - Wide Awake In America (live)

1987 - The Joshua Tree

1988 - Rattle And Hum

1991 - Achtung Baby

1993 - Zooropa

1997 - Pop

2000 - All That You Can't Leave Behind

2004 - How To Dismantle An Atomic Bomb

I Will Follow (Boy)

Twilight (Boy)

Gloria (October)

Sunday Bloody Sunday (War)

New Year's Day (War)

Pride (In The Name Of Love) (The Unforgettable Fire)

Wire (The Unforgettable Fire)

Bad (The Unforgettable Fire)

Where The Streets Have No Name (The Joshua Tree)

With Or Without You (The Joshua Tree)

Bullet The Blue Sky (The Joshua Tree)

Desire (Rattle And Hum)

All I Want Is You (Rattle And Hum)

Until The End Of The World (Achtung Baby)

Mysterious Ways (Achtung Baby)

 

INTRODUCCIÓN

 

U2 es una banda que no me gustaba... hasta que un día escuché su música. Quien haya venido visitando mi página desde sus tiernos inicios recordará esa aparatosa sección donde catalogaba grupos que nunca iba a revisar porque, supuestamente, no me gustaban nada. U2 figuraba entre ellos, pero lo más gracioso (o patético, según el humor) es que apenas los conocía. Yo simplemente los ponía ahí porque, como todos, no me bancaba mucho a Bono, no estaba acostumbrado a las bandas ochentosas que no sabían rockear, y no me gustaba todo el aspaviento que se armaba cada vez que salían a hacer alguna gira. Para nada. Cuando vino U2 a la Argentina se armó un lindo alboroto, pero yo solo sentía odio: no era posible que una banda de rock que apenas se molestó en grabar la mísera cantidad de TRES álbumes en toda la década de los 90's pudiera ser tan respetable, y menos cuando está liderada por un pomposo cabezahueca que se cree el enviado de Dios en la tierra para cumplir con una misión.

En retrospectiva me parece muy lógico que los tipos caigan un poco mal ya que se creen capos y no tienen demasiado interés en disimularlo cuando se muestran en la vida pública. Todo lo contrario. Quizás lo hagan a propósito como una forma de promocionarse, o quizás Bono realmente crea que están para salvar al mundo, la cuestión es que veces el autobombo que ensayan es mucho más grande que su música, cosa que tiende a irritar mucho. La imagen de U2 está diseñada para que los veamos grandes e importantes en todo momento. En sus declaraciones de prensa, en la infraestructura mastodóntica de sus shows, en el sonido aplastante de sus discos, en la factura populista de sus canciones, en los mensajes universalistas de sus letras, en las posturas exageradas sobre el escenario, en las campañas políticas que lidera Bono para enseñarle al mundo cómo se debe vivir... en TOOODOS los aspectos posibles, U2 se ha construído a si misma como una banda INMENSA, que no perderá ni presencia, ni carisma, ni importancia aunque sigan publicando álbumes irrelevantes como los últimos cuatro cada cinco o seis años. Cuando se trata de U2, uno lo que siempre desea es que bajen un poco los humos y se muestren como una banda inteligente, humilde y cool que no necesite andar recordándole a todo el mundo lo grandes que son para efectivamente serlo. Esa pose pretenciosa, mesiánica, onda "cambiemos el mundo" puede resultar sumamente despreciable al principio, especialmente para escépticos como yo que se sienten más identificados con personalidades más irónicas, como Bowie, Byrne o Zappa. Pero no le podemos pedir peras al olmo; U2 es una banda directa y sincera que canta sobre política y religión; que no crea ficciones, ni sátiras ni personajes y que realmente cree en el rock como una fuerza capaz de transformar la vida de la gente. Es cuestión de acostumbrarse.

¿Y qué buena razón hay para acostumbrarse? Muy simple: buenas canciones. Contrariamente a lo que yo pensaba en un principio, Bono y compañía pueden respaldar sus ínfulas de grandeza con un vasto currículum de clásicos absolutos que poquísimas (por no decir ninguna) banda de los últimos 25 años puede darse el lujo de ostentar. Es muy tentador descartarlos como el símbolo más perfecto del rock corporativo, como una aceitada maquinaria de hacer millones y como un mero entretenimiento de estadio para masas amorfas; pero cuando uno repasa y escucha temas como I Will Follow, Gloria, Sunday Bloody Sunday, New Year's Day, Pride, Bad o With Or Without You lo mejor que puede hacer es CALLARSE LA BOCA. Es decir, si son rock corporativo, máquina de hacer millones y entretenimiento para masas, por lo menos son capaces de escribir temones impresionantes y eso es lo que importa en última instancia. Además, en el mundo capitalista en el que habitamos cualquier banda de éxito termina convirtiéndose en una factoría de dólares, se llame U2, Beatles, Pink Floyd, Stones o quien sea: es cuestión de observar si además de hacerse ricos los músicos dejan algún legado artístico digno de recordarse. U2 lo hace.

Estimo que no hace falta aclarar que ahora la banda me encanta. No está entre mis absolutas favoritas, pero serán más las veces que la defienda que las que la ataque, y no fue necesario más que escuchar un puñado de sus clásicos para convertirme. En definitiva U2, como toda banda, tiene sus fortalezas y sus debilidades. Estas últimas son bastante claras y no resisten demasiado análisis. Para empezar, los tipos nunca pudieron grabar un disco consistente de principio a fin; siempre hay algún relleno, siempre hay alguna canción totalmente irrelevante metida por ahí, de esas que pasan flotando sin hacer absolutamente nada para ser recordadas. Pero lo peor es que, siguiendo un criterio poco lúcido, suelen ubicar los highlights en los primeros tracks y dejan todo el relleno para el resto del álbum, lo cual determina que pasados los primeros cuatro o cinco temas sus discos se hundan y no querramos escucharlos más. Esta práctica llega a sus extremos más perversos en obras como Joshua Tree o All That You Can't Leave Behind, pero en general la tendencia siempre es la misma. Como técnica resulta efectiva para impactar de entrada, pero es contraproducente si la idea es que el oyente se quede a escuchar hasta el final; los discos de U2 son todos muy difíciles de escuchar enteros sin perder el hilo o el placer, salvo excepciones honrosas. Lo que está claro es que por más clásicos que pueda tener el grupo tener en su haber, no existe tal cosa como una "obra maestra" de U2.

También suele decirse que sus canciones son muy pobres melódicamente y que apelan más que nada a artilugios de producción y de performance para disimular su falta de ideas compositivas. Y es verdad: muchas veces la grandeza de los temas de U2 se basa casi exclusivamente en las texturas atmosféricas de sus guitarras, en la potencia de su sección rítmica o en la intensidad súper apasionada de Bono al cantar; puro maquillaje detrás del cual no hay mucha canción que digamos. The Edge hace sus trucos, Bono lanza un par de gritos con su característico feeling y listo: ese es todo el proceso de composición que necesita la banda.

Sin embargo esto no me molesta mucho. Si bien la fórmula puede hacerse cansadora en ciertos momentos poco inspirados, esto es, en definitiva, lo que U2 SABE HACER COMO NADIE. El genio de U2 pasa, justamente, por provocar una verdadera orgía de sensaciones a partir de melodías, armonías y secuencias de acordes de escasísima elaboración. Un caso paradigmático es Bad; en Bad la banda logra una intensidad y un feeling demoledores con casi nada; la canción es poco más que un zumbido monocorde donde The Edge suelta dos o tres efectos de atmósfera pura mientras Bono exprime su caja toráxica al máximo sin ningún alarde de melodía. Y es una obra maestra arrolladora. Algo similar ocurre con Bullet The Blue Sky, que suena como una pesadilla apocalíptica sin más que una serie de cortinas de distorsión eléctrica y una batería a buen volumen. Los tipos la tienen muy, muy, muuuuuy clara, y saben que pueden deslumbrar sin tener siquiera que cambiar de acorde. Corren sus riegos, lógico, y cada tanto hay que bancarse algún que otro embole interminable, pero en general siempre hay "ALGO" mágico detrás de esa aparente falta de habilidad compositiva.

Casi sin quererlo pasamos de los defectos a las virtudes, o mejor dicho, a la GRAN VIRTUD que tiene la banda. Los tipos son maestros de la atmósfera, del estado de ánimo, del SONIDO. Hay discos más rockeros (War), discos más ambientales (Joshua Tree) y discos más electrónicos (Achtung Baby), pero siempre está ese sonido tan profundo, exquisito y potente que te sumerge, te envuelve, te succiona inevitablemente, aunque no estés ante la banda más pegadiza de la historia. Es un sonido que además le da al grupo una fuerte identidad; si escuchás uno de sus temas sabés que es U2 y solamente U2; no hay banda en la historia que suene igual. Describirlo fielemente es imposible con la estrechez del lenguaje; por supuesto que la guitarra de The Edge (uno de los violeros más innovadores y talentosos de todas las épocas) tiene muchísimo que ver, y a su inimitable estilo debemos la inmortalidad del sonido del grupo. Los diferentes efectos que el tipo logra alternando delay, flanger, eco y distorsión son, a veces, puro genio. También ayudan mucho los productores: Steve Lillywhite les dió un sonido limpio y compacto pero empapado de energía rockera; Eno y Lanois los llevaron más hacia lo atmosférico y solemne. El resultado de esta alquimia tecnológica es una música que ha definido una década: por momentos suena interesante; a veces es relajante; en ocasiones muy potente y también profunda, o bizarra. A veces es iracunda y oscura; otras veces es solemne y luminosa; de a ratos se hace simplemente febril, adictiva y te hace imaginar y sentir cosas que... En fin. Dinámicas y tensión. Esas dos palabras definen la música de U2 ¿No te dicen nada? Ok, vayan a escuchar.

Hay que ser honestos, los últimos quince años los han dedicado a robar: apenas editaron cinco discos, entre los cuales solo Achtung Baby puede ser considerado de cierta trascendencia por la notable ruptura estilísitca que ofrece. Sin embargo, en los 80's los tipos bien pueden reclamar el título de mejor banda de la década. Sus álbumes se podrían agrupar de a tres; los tres primeros marcan la que es sin dudas mi etapa preferida del grupo; allí los tipos suenan siempre frescos, inspiradores, desbordantes de una energía sin frenos que, combinada con los varios trucos de producción de su arsenal, nos deja un estilo que logra ser interesante por un lado y potente por el otro. Es U2 rockeando como los pendejos que eran, pero rockeando a su manera: con un sonido de guitarra moderno que seduce a cualquiera.

Con la siguiente trinidad de discos los excelentes sonidos de guitarra se mantienen, pero desaparece casi por completo la potencia. Bono y su banda dejan de rockear; en vez de eso, se ponen a predicar mensajes universalistas poco sutiles y a imaginar fábulas místicas sobre los Estados Unidos (?), todas convenientemente edulcoradas con heladas masas de sonido ambiental que ahora no solo no tienen ganchos sino que tampoco tienen energía. Obvio: el talento sigue allí, y ocasionalmente logran catarsis explosivas sin explotar en absoluto (***Bad***), lo cual solo se logra si uno es muy capo. Pero más allá de este tipo de salvedades, está claro que el U2 de fines de los 80's suena mucho menos excitante que el de antes y mi impresión personal cada vez que los escucho es que se durmieron en los laureles de la fama y el dinero, al menos por un momento.

Pero despertaron, y con el Achtung Baby volvieron a morder bastante, inaugurando los 90's a través de una especie de techno-pop de inspiración netamente europea que no pierde nada de identidad, aunque para estas alturas la calidad compositiva dista mucho de ser pareja, tal como lo demostrarán a lo largo de los 90's los irrelevantes Zooropa y Pop. Con los albores del nuevo milenio U2 ha preferido regresar a las fuentes, y sus dos últimos álbumes navegan en un cómodo mar de mediocridad donde flotan pálidos reciclajes de sus épocas más gloriosas mezclados con generosas dosis de aburridísimo adult-rock y dos o tres clásicos genuinos para compensar.

Aún con todas sus vicisitudes y a pesar de que prácticamente ya no existan, U2 es una banda grossa. Hoy en día están demasiado identificados con el mainstream musical más aburguesado como para generar algún tipo de intriga o frascinación genuina en los potenciales oyentes, pero creánme que escuchar a alto volumen algunos de sus mejores momentos continúa siendo una experiencia demoledora incomparable con la que te pueda entregar cualquier otro grupo. Su mezcla perfecta entre sonido, solemnidad e intensidad, en complicidad con una docena de clásicos imposibles de olvidar, ha hundido un cuchillo filoso en los surcos de la historia del rock. Y la sangre, creo yo, manará todavía por un buen tiempo.

 


 

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Boy – 1980

8+/10

"Can't find my way"

1) I Will Follow; 2) Twilight; 3) An Cat Dubh; 4) Into The Heart; 5) Out Of Control; 6) Stories For Boys; 7) The Ocean; 8) A Day Without Me; 9) Another Time, Another Place; 10) The Electric Co.; 11) Shadows And Tall Trees.

mejor canción: Twilight

Todavía recuerdo el momento exacto en el que me convencí de que U2 era una gran banda. Una noche estaba en la casa de mi primo ociosamente escrutando sus archivos de mp3 cuando me topé casi sin querer con I Will Follow. El volumen estaba alto, los parlantes eran grandes y esas tres notas de The Edge martillando el aire sin tregua me molieron la cabeza a patadas. Había escuchado algunas cosas de U2 con anterioridad, pero ese fue el instante indicado y la canción indicada para que en los anaqueles de mi cerebro la banda pasara de la categoría "no-tan-mala-después-de-todo" a "me-quiero-comprar-este-disco-ya".

Mi sorpresa fue mayúscula cuando poco después me enteré que I Will Follow era nada menos que la primera canción de su álbum debut de 1980. Me parecía increíble que una banda que hasta ese momento no había llamado mucho mi atención sonara tan ajustada, segura y potente desde la primera nota de su carrera. La enorme mayoría de los grupos de rock necesitan grabar un par de discos como mínimo antes de encontrar su propio sonido, pero en el caso de U2 el estilo está ahí desde el primer momento, funcionando a todo vapor hasta en el último detalle. El riff inicial de I Will Follow, tan simple como irresistible, tiene el aroma inequívoco de un clásico y anuncia sin rodeos que estamos ante una banda de envergadura que no tiene ninguna intención de pasar desapercibida para la historia del rock. Más notable aún es que esta buena impresión se hace extensible a todo el álbum, el cual es mucho, muchísimo más que un par de singles rodeados de relleno. Son bastantes los oyentes que suelen decir que Boy no es más que un debut decente que prepara los trazos que guiarán hacia Joshua Tree y otras obras maestras, pero eso es tan solo un mito absurdo. No hay ningún elemento que haga a la grandeza de U2 que no sea evidente en Boy: simplemente los tipos estaban a full, y sabían lo que querían desde el comienzo.

Boy no es un álbum revolucionario: es decir, no inventa nada concreto. Aún así, su sonido desborda de personalidad y no recuerda inmediatamente a ninguna otra banda contemporánea. Hay algo de The Police y Television en ciertos trucos de las guitarras; hay algo de The Jam en la forma en que trabaja la sección rítmica; hay algo de The Clash en las canciones más punkoides; hay incluso reminicencias claras de Pink Floyd en esas guitarras pulsantes a lo Another Brick In The Wall. Hay un poco de todo, sí, pero la alquimia que logran es algo diferente. Una mezcla de melodías pop, energía punk y texturas new-wave que verdaderamente escapa a cualquier clasificación específica. Algunos lo llaman "post-punk", pero eso no significa nada; cualquier cosa surgida después de 1977 es suceptible de ser denominada "post-punk". Los Talking Heads son post-punk; The Cure es post-punk; Joy Division es post-punk. Y Boy no suena como ninguna de esas bandas. Es U2.

La inmensa personalidad que despliega esta música se canaliza a través de los cuatro miembros de la banda: La voz de Bono es única, exuberante como pocas, y no recuerda a ninguno de sus precursores o contemporáneos. Mientras tanto, The Edge se encarga de darle a su performance de guitarra el balance perfecto entre energía rockera y seducción sonora, sin extraviarse en ningún tipo de virtuosismo. La guitarra es EL sonido del álbum: es la que le da potencia, la que le da profundidad y la que le da interés, a través de distintos tipos de sonidos dinámicos que siempre tienen alguna grata sorpresa guardada, aún cuando el mismo estilo se mantiene uniforme a lo largo del álbum. Lo que más me fascina es el mencionado delay pulsante, que si bien está tomado de David Gilmour, The Edge le da un uso extensivo que le hace justicia. Por último, el ritmo de Adam Clayton y Larry Mullen le dan al conjunto una propulsión devastadora que por momentos se hace incluso bailable; una marca registrada del primer U2 que se más adelante se perdería casi completamente. A través de este soberbio tejido musical la banda transmite una vibración nada sutil de grandeza y trascendencia, aunque todavía sin el contenido marcadamente religioso y político que caracterizará futuros discos.

A todo esto las canciones de este debut son muy, muy, muy buenas, salvando un par de excepciones. No solo es sonido y actitud lo que muestran los pendejos aquí, y digo "pendejos" porque al grabar este disco apenas tenían entre 19 y 20 años, lo cual solo hace que mi reverencia sea mayor. Hoy en día una banda con gente de 20 años, en el 99% de los casos, no podría sonar ni la mitad de bien, ni por casualidad. Y no es que solo suenan bien, sino que además escriben himnos imperecederos con dos cuerdas como I Will Follow, ese temón irresistible del cual ya he hablado y que se encarga de inaugurar la carrera de U2 con uno de los riffs clásicos de su época, de esos que automáticamente te inyectan una dosis de entusiasmo aunque lo estés escuchando por enésima vez. Pero no es lo único: de hecho, con el tiempo me incliné más por Twilight, un tema menos conocido que si bien no ofrece una intro tan atrapante, es mucho más dinámico en cuanto a lo musical. Comienza de forma muy típica a lo que es el disco, pero luego Bono comienza a gritar "TWILIGHT! TWILIGHT!", entra inesperadamente un riff pesado, aparece la hermosa sección de "In the shadow..."; todos golpes maestros, uno tras otro, que le dan a la canción una atmósfera desesperada que solo superarían tres años después con New Year's Day.

No menos impresionante es An Cat Dubh (eso vendría a ser "un gato negro" en galés), una extendida pieza de incierta categorización (¿Es un rocker? ¿Es una balada? ¿Es new-wave progresivo? ¿Es cumbia neo-tropical?) que nos muestra a The Edge en plena faena: el riff principal es potente y casi terrorífico, y las delicadas campanitas le dan un toque de creatividad extraordinario, especialmente cuando Bono lanza ese "How about yoooouuuuuu?" en falsetto que me estremece de pies a cabeza. La coda de An Cat Dubh tiene su propia identidad: se llama Into The Heart y se trata tan solo de un insistente pulso de bajo sobre el que The Edge toca una evocativa melodía de guitarra. Es una frase realmente bella, aunque para serles honesto se me hace un tanto plana. Apuesto a que a cargo de Brian Eno habría sonado bastante mejor y más profunda; es el tipo de cosas en las que el ex Roxy Music es un maestro. Ahora bien, cuando los tipos hacen rock realmente no necesitan trucos y Out Of Control lo demuestra con creces. Este clásico menor devela el costado más frenético de la banda y si bien no tiene ningún gancho espectacular, la sola potencia de su ritmo y la convicción con la que canta Bono le alcanzan para llamar la atención. Algo similar ocurre con la adictiva Stories For Boys, que además cuenta con uno de los mejores riffs de guitarras de la historia de U2; la primera vez que la escuché pensé: "Ahh, así que The Edge SABE componer riffs de primer nivel". Claro que sabe, pero no es algo que uno pueda descubrir escuchando The Joshua Tree precisamente.

Si la primera mitad del álbum es virtualmente perfecta, la segunda se queda sin combustible (Atención: algo TÍPICO de cualquier disco de U2). Además de que el estilo empieza a hacerse repetitivo, las canciones ya no son tan buenas. La única que realmente vale la pena es A Day Without Me, una preciosa gema oculta donde la guitarra de The Edge alcanza su pico absoluto. Escuchen, por favor escuchen la deliciosa melodía del riff introductorio; siéntanse invadidos por esa perfecta pulsación, ese latido eléctrico y profundo que impulsa la canción hacia adelante, haciéndola imparable. ¿Por qué? ¿Cómo se explica que el tipo que tocó todo esto tuviera 19 años? Maldita sea ¿Qué mocoso de 19 años hace estas cosas con una guitarra hoy en día? Por favor, que alguien me lo diga. El resto de las pistas distan de ser malas, y siempre hay algo que les pueda rescatar sin necesidad de que me pongan un revólver en la cabeza, pero lo cierto es que hacen poco y nada para que mi memoria las retenga. Another Time, Another Place suena bien, las guitarras nuevamente imprimen una especie de trascendencia única en su tipo, pero la melodía vocal no está a la altura, y siempre tengo que volver a escuchar el tema para recordar cómo iba. Un poco más impactante es The Electric Co, que suena como un clon de Out Of Control, solo que un poco más elaborado; su característico riffeo inicial me recuerda bastante a alguna cosa de The Police (Deathwish?) y la parte final es un ataque furioso y ruidoso y carnoso de The Edge que debe ser el momento más heavy de toda la historia del grupo. El número final Shadows And Tall Trees incorpora guitarras acústicas como para sonar un poco diferente; aún así es un tema débil, soporífero, lento, vago y olvidable. No es que me disguste; simplemente me aburre. Cuando The Edge no se enciende, U2 aburre, eso está claro como el agua. Me queda en el tinetero el brevísimo interludio atmósferico The Ocean, del cual no hay mucho para decir, francamente. Solo que es brevísimo, que es un interludio y que es, ehhhh... atmosférico. ¡Wow!, ¿Me averié la cabeza elaborando esa última descripción? ¿Sí o no? Yo digo que sí.

En fin. Lo importante del veredicto es que Boy es sin lugar a dudas uno de los mejores discos de U2. Quizás un poco repetitivo, quizás un poco formulaico, y quizás un poco desbalanceado en cuanto a que los temas más fuertes están groseramente ubicados al principio, dejando cosas como Shadows And Tall Trees como postre. El sabor que queda en la boca no es tan bueno. Como compensación, tiene tres o cuatro temazos, dos de ellos auténticos clásicos para la posteridad (I Will Follow y Twilight) y la dinámica, la energía, el entusiasmo rebalsan por todos los costados casi hasta agotar. ¡Ah! Y la cubierta verdadera del disco es la que está acá; el nene ese mirando a la cámara con cara de inocente y el gesto de estar rindiéndose (aunque bien podría estar recostado, tranquilamente tomando sol: ¿O acaso hay PRUEBAS que confirmen que está de pie?). En algún momento hubo algún imbécil que decidió que esta tapa no era correcta (¿Cuál es el problema? ¿Acaso les preocupaba que algún cura se tocara con el pendejo?) y en su lugar pusieron una foto de la banda que parece una fotocopia deforme. Lamentablemente, es la edición que tengo yo. 

Entre todos los álbumes debuts de la historia del rock, Boy es uno de los más maduros. La banda, insisto, está al tope de revoluciones y sabe que será grande como una galaxia. Es uno de esos discos que quieren ser como pequeños big-bangs. Y éste, en particular, lo logra.

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October – 1981

7+/10

"I can't change the world, but I can change the world in me"

1) Gloria; 2) I Fall Down; 3) I Threw A Brick Through The Window; 4) Rejoice; 5) Fire; 6) Tomorrow; 7) October; 8) With A Shout; 9) Stranger In A Strange Land; 10) Scarlet; 11) Is That All?

mejor canción: Gloria

El álbum olvidado de U2. Es muy parecido a Boy, solo que MUCHÍSIMO más pretencioso y, lamentablemente, no tan atractivo. ¡Pero cuidado! Tampoco es tan malo e inútil como sugieren muchos; de hecho, se nota a leguas que los tipos quieren crecer artísticamente, se animan a asumir riesgos y algunas cosas, por suerte, les siguen saliendo muy bien. Otras no tanto, pero igual NO pertenezco a esa mayoritaria secta de oyentes que se apresuran a despreciar a October como un esfuerzo secundario para después ir a saborear un poco las botas de Joshua Tree o Achtung Baby. ¡Eso jamás! No cuenten conmigo. El siete grande y gordo que le otorgo debería dejar en claro que disfruto este álbum casi tanto como su antecesor o, para el caso, cualquier otro álbum de U2.

Eso sí: me costó bastante y no es sencillo determinar el por qué. En parte puede ser porque las melodías vocales del amigo Bono son de lo más rudimentarias y tardan AÑOS en hacerse tangibles, pero convengamos que éstas tampoco eran muy pegadizas en Boy, y ese disco me encantó desde el principio. Además, cualquiera sabe que NINGÚN disco de U2 basa su atractivo en las melodías. Por su parte, el estilo general es prácticamente el mismo, con esa guitarra omnipresente de The Edge reverberando por todos lados como si tocara desde alguna cima del Himalaya, con la voz de Bono casi que anunciando la segunda llegada de Cristo y con esa ajustada sección rítmica que todavía conserva algún resabio punkoide. Salvo por la aparición novedosa de algún piano en un par de temas, October es un Boy revisitado.

Lo que sí se percibe es que las ambiciones del grupo ya están redobladas hasta casi explotar por los aires. Mientras que en Boy U2 se nos presentaba como un grupo de mocositos plenos de convicción, pero sin un propósito concreto más que tocar un puñado de buenas canciones, acá ya se creen que son los profetas de la verdad revelada y la gloria divina. En este sentido, October intenta ser una obra conceptual que trae anuncios trascendentes y espirituales para la humanidad. "Alegraos que viene el Señor, regocijaos en su gloria eterna", o "Seamos hermanos en la infinita misericordia del Creador", o "Descubre tu verdad interior y serás un hombre nuevo", o "Solo aquellos que ingieran camarones con salsa golf serán testigos de la luz verdadera", etcétera; puros chamuyos de esa calaña se repiten a cada rato a lo largo del disco. Las canciones quieren ser himnos y las letras quieren ser evangelios. Todo es monumental, todo es trascendente, todo es sublime, y no hay ni milímetro de modestia o ironía en todo el maldito álbum.

Pero en mi opinión esto tampoco amerita mucho escándalo. Claro que puede parecer DEMASIADA pompa para un segundo álbum, y claro que los ateos militantes, agnósticos confesos y desalmados sin salvación (como yo) pueden opinar que todo esto es un delirio místico absurdo carente del más mínimo interés... Y está muy bien. Pero hay que comprender que una banda como U2 está simplemente DESTINADA a este tipo de manifestaciones grandilocuentes, ya sean sobre religión, política, literatura, magia o cocina de microondas. Es decir, nadie que adore discos como Joshua Tree o The Unforgettable Fire puede salir a descalificar a October por "PRETENCIOSO". Sería una contradicción bochornosa. TODOS los discos de U2 en adelante son pretenciosos al máximo; October es tan solo el primero de ellos, el primero que pone sobre la mesa las ínfulas incontenibles que caracterizan a la banda. Además hay que ser justos en un aspecto: U2 sale bastante bien parado de todo esto. Personalmente, el mensaje mesiánico de October no me conmueve un pelo, no lo entiendo y no me importa, PERO tampoco me provoca urticaria. Y eso, aunque no parezca, es todo un mérito. Los tipos logran ser, si no convincentes, al menos adecuados y cuando le pegan con una buena canción logran tocar alguna fibra en mi interior, aún cuando me valga una berenjena la supuesta religiosidad de las letras. Temas como Gloria o Rejoice o Tomorrow pueden golpear con toda contundencia sin que el oyente se sienta obligatoriamente identificado con las predicaciones de Bono y compañía y eso, gente, requiere una mezcla aceitada de talento e inteligencia.

Así que no, la pretenciosidad de este disco no es el problema. El sonido no es el problema. Las melodías no son el problema. ¿Y entonces? ¿Por qué me costó tanto llegar a disfrutarlo? ¿Por qué, en definitiva, es October inferior a Boy? Porque a menudo me da la impresión de un álbum un poco atolondrado. Si Boy destacaba por sus arreglos siempre pulidos, siempre precisos, siempre exquisitos, aquí no ocurre lo mismo: muchas canciones se oyen desencajadas, bastante desprolijas y a veces hasta aleatorias. Es cierto que esto puede verse como una maniobra aceptable para "afilar un poco las puntas" y buscar un estilo más crudo, pero por momentos se pasan al otro extremo y acaban sonando como una telaraña indescifrable de acordes chapuceros, gritos a destiempo y toques de batería totalmente caóticos. Aún canciones excelentes como Rejoice o Tomorrow me dejan una incómoda sensación de haber sido grabadas a mil por hora, a los apurones, sin cuidado por los detalles; es como que los distintos instrumentos no han terminado de acoplarse armónicamente unos con otros. Sé que es una sensación muy personal y quizás muchos oyentes no piensen lo mismo, pero los ejemplos están por todos lados: ¿Qué me dicen de los descolgados golpes de batería que cierran I Threw A Brick Through The Window sin tener un pomo que ver con el resto del tema, haciéndolo terminar como un engendro? ¿Qué pasa con la apurada coda de Rejoice, la cual da la sensación de que el ritmo va a una velocidad y la guitarra a otra? ¿Qué hay de la parte rockera de Tomorrow, en la que The Edge simplemente larga los acordes que le caen del cielo sin importarle si se corresponden con la melodía de Bono o no? ¿Por qué la espantosa With A Shout suena como si Bono, The Edge y Mullen estuvieran interpretando simultáneamente tres canciones bien diferentes? No sé. El álbum tiene eso; está sacado medio a las patadas y de a ratos parece que los muchachos se ven desbordados por el entusiasmo y mandan todo al carajo. No es algo que reste mucho a la potencia del sonido, pero sí es un poco molesto, especialmente luego de algo tan bellamente construído como Boy.

Por momentos estuve tentado a dejarle un ocho de nota, pero no me dio el cuero. Hasta el tema titular, October se defiende bastante bien; después se hunde y no sale a flote nunca más. ¡Clásico papá!: hay dejar todas las canciones malas para el final, total a esa altura ya nadie presta demasiada atención y si todo suena más o menos parecido, está todo bien. Hay quienes dicen que With A Shout es un buen tema, pero nada que ver: para mí es una tortura insoportable, un mamarracho de guitarras deformes y dos o tres Bonos que vociferan todo el tiempo de manera muy irritante: esos "Jeruuuusaaaaleeeem" desafinados me rompen las pelotas y para colmo el ritmo de Larry no pega ni con cemento. Un bodrio que ejemplifica muy bien a qué me refiero cuando digo que October es demasiado caótico en el mal sentido de la palabra. Si la idea es crear himnos que promulguen la elevación del espíritu, acá le erran con ganas. Stranger In A Strange Land y Is That All? no están muy alejadas del mismo precipicio, y caen en esa pereza de creer que con tocar la guitarra a full y gritar a full alcanza para crear un buen tema. Bueno, a veces alcanza, pero acá no. Ahí en el medio está la insignificante Scarlet, que si bien no deja de ser un poco estúpida, suena como un agradable anticipo del sonido que más tarde desarrollarán en Joshua Tree.

Para compensar tan poco decoroso final, October ofrece uno de los clásicos dorados de U2 y probablemente la mejor canción de apertura de todos sus discos. Estoy hablando de Gloria, claro está, una verdadera gema que hay que escuchar SIEMPRE a todo volumen para aprovechar el monstruoso poder antémico que es capaz de entregar. Esos latidos de bajo emulan claramente a I Will Follow, pero el riff es completamente nuevo y excitante, sin duda entre las mejores creaciones de The Edge, mientras que Bono parece dejar alma y vida en su plegaria, una de las más melódicas y rompecorazones que jamás haya cantado: cuando entra casi llorando "I try to sing this song loud / I try to stand up but I can't find my feet" siento que se me encoje la garganta. Es la canción perfecta: luego de los primeros versos hay unos tremendos fuegos artificiales de The Edge y una coda infladísima que realmente logra su cometido; hacernos sentir más cerca del paraíso. La única canción del álbum que vuela a la misma altura es la muy similar Rejoice, que cuenta con otro riff celestial (son los únicos riffs discernibles que hay en todo el álbum), beneficiado por uno de los tonos de guitarra más sublimes que haya escuchado nunca y otra exuberante performance vocal. Al igual que Gloria, cuenta con un fade out devastador que se me hace un tanto caótico, como ya había dicho, pero que igual rockea cielo, tierra y averno.

Las demás canciones me gustan moderadamente. I Fall Down gana con sus preciosos versos acústicos, pero pierde con su estribillo ramplón y poco inspirado. I Threw A Brick To The Window desenvaina una de las atmósferas más apocalípticas del álbum y si bien el canto de Bono es un poco genérico, la potente guitarra de The Edge brilla con todas las luces. Fire rescata esas hermosas guitarras pulsantes del estilo de A Day Without Me y con eso le alcanza; dicho sea de paso, ese estilo de guitarra debería usarse diez veces más de lo que efectivamente se usa. Tomorrow es la única del disco que se constituye como un crescendo, comenzando con una tradición que más tarde derivará en obras maestras como Bad; los primeros minutos son absolutamente clásicos, en parte gracias al ambiente pseudoescocés que logran con esos extraños sonidos de ¿Sintetizador?, pero la posterior parte rockera es un mamarracho irrelevante. Y October, a pesar de ser el tema titular, no es más que un bonito interludio de piano. La melodía es REALMENTE cautivadora, pero, al igual que Scarlet, me habría gustado más si la hubieran desarrollado como una canción hecha y derecha.

Así que éste es nuestro segundo álbum, uno de esos casos en los que las pretenciones superan a la calidad de las canciones. No obstante, es bueno, se puede escuchar y todavía hay mucha frescura juvenil que no se deja aplastar bajo la masa de delirios proféticos. Además tiene Gloria, que está entre los tres o cuatro mejores temas jamás compuestos por U2. ¿Vale la pena? Sí. Cualquier cosa, hacés de cuenta que October es la última canción y listo.

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*War* – 1983

9-/10

"How long must we sing this song?"

1) Sunday Bloody Sunday; 2) Seconds; 3) New Year's Day; 4) Like A Song; 5) Drowning Man; 6) The Refugee; 7) Two Hearts Beat As One; 8) Red Light; 9) Surrender; 10) 40.

mejor canción: New year's day

¡Miren esa cubierta! ¡Es (parece) el mismo niñito de Boy! Solo que ahora está bastante enojado ¿No? Esa inquietante mueca de angustia mezclada con odio viene a representar a la perfección el explosivo estado de ánimo que hierve en este excelente disco, el tercero de la banda y aquel que les abrió definitivamente las puertas del éxito. Comparado con el entusiasmo inocuo de Boy y la ilusa mística de October, War es un álbum virulento, crudo, sin concesiones. Es aquí donde por fin se despejan las nubes de charlatanería que teñían el álbum anterior, es aquí donde por primera vez la banda deposita los ojos sobre este mundo terrible que nos rodea y nota que ciertas cosas andan bastante mal. Cosas que enojan, que duelen, que enferman, que obligan a gritar con todas las fuerzas hasta que las venas se desangren en nuestro interior. De eso se trata War; es el primer (y, para ser realistas, el único) álbum abiertamente político de U2 y créanme que si algo transmiten los tipos con esta música, eso es IRA.

No es nada fácil indicar qué convierte a War en mi álbum favorito de la banda. En algunos aspectos, representa incluso un retroceso en relación a sus dos antecesores. Por ejemplo, ¿Dónde quedó ese lujoso sonido de guitarra de The Edge? ¿Dónde están esas divinas guitarras pulsantes de A Day Without Me y Fire? ¿A dónde fueron a parar los riffs clásicos de I Will Follow, Gloria y Rejoice? Ni idea, pero aquí definitivamente no están. Solamente New Year's Day y Surrender ostentan algo de esa magia guitarrera antémica y profunda que caracteriza el sonido de U2, pero el resto de las canciones son llamativamente planas en este sentido; en ellas, The Edge no parece hacer nada interesante o, al menos, nada inmediatamente atractivo con su instrumento. Y esto hace que War sea un poco más complicado de asimilar que los demás discos. Si la grandeza de U2 pasa en gran parte por los tonos y trucos de The Edge y War es, en ese sentido, uno de los más pobres... ¿Cómo demonios puede ser su mejor álbum? Buena pregunta.

Es el mejor álbum por una razón muy sencilla: es, por lejos, el disco más PODEROSO y CALIENTE que haya creado U2 en toda su maldita historia. En sus obras más renombradas, como Unforgettable Fire y el celebérrimo Joshua Tree, la banda con frecuencia suena demasiado distante y helada, como si Bono cantara desde la cumbre de alguna montaña acerca de las deidades cósmicas que mueven el universo, mientras The Edge despacha sus cortinas atmosféricas insinuando alguna trascendencia divina que está demasiado LEJOS de nosotros. War es otra cosa. Lo dije antes y lo vuelvo a decir ahora: U2 ya no está especulando con la segunda llegada de Cristo. Nada de eso; está cantando sobre cosas reales, está cantando sobre guerras sanguinarias, revueltas sociales, bombas que explotan e inocentes que mueren. Está cantando sobre el maldito mundo real aquí y ahora, y por eso la furia salta por todos los costados, quemando como un volcán en plena erupción. Tiene que ser así, ¿O acaso se imaginan una canción sobre el Domingo Sangriento cantada con alegría y paz interior? ¿O una canción sobre la represión de los movimientos revolucionarios de Polonia con unos lindos coros doo-wop de fondo? No, ni a palos. Por eso me impresiona tanto War, porque es un álbum propulsivo que te machaca de realidad la cabeza, que te hace palpitar a flor de piel la ira de un mundo donde están tratando de escupirte desde todos lados. Es el único álbum de U2 que podría sonar a todo volumen en huelgas, marchas, piquetes y asambleas de lucha popular para excitar la imaginación de las masas antes de salir a repartir palazos contra las fuerzas del orden, aún cuando el mensaje de fondo, vaya contradicción, sea esencialmente pacifista.

Esto ocurre porque que el poder kinético que logra la banda en este disco es demoledor y, sobre todo, irrepetible. The Edge no se habrá esmerado mucho en crear refinadas melodías de guitarra, pero está por todas partes reburgitando anárquicas masas de sonido distorsionado a todo volumen, mientras que sección rítmica de Adam Clayton y Larry Mullen se desencadena como un huracán, como una incontrolable estampida de rinocerontes capaz de exterminar todo lo que se interponga en su camino. Nunca van a escuchar un bajo y unos tambores tan VIOLENTOS y MASIVOS como los que suenan en War, eso lo pueden ir agendando. Bono grita, vocifera y exhala; se lo percibe irritado, exaltado, con la sangre en el ojo. No es un profeta ni un mesías, sino un humano más que sufre y siente como cualquiera de nosotros. Además, la banda amplía la paleta sonora incorporando guitarras acústicas, violines, trompetas, voces femeninas y otras cosas interesantes que hacen del disco algo muy especial. War es el único álbum de U2 donde el acento no está puesto ni en la atmósfera, ni en la melodía, ni en la textura, sino en la tensión. Todo el álbum es tenso, nervioso, catárquico; un derroche de potencia sonora capaz de elevar por sí sola a cualquier canción. Solo si el oyente orienta las antenitas en ese sentido podrá comprender la verdadera magnitud de la obra.

Otro factor que ayuda a War es su relativa consistencia. No, no todas las canciones son joyas ni está libre de relleno. Ningún disco de U2 está libre de relleno, pero éste tiene la particularidad de que hasta el menos relevante de los temas tiene algo para ofrecer, o algo que lo distingue. Por ejemplo, la gente suele despreciar a Red Light, pero que me parta un rayo si una canción con un riffeo tan explosivo y un espectacular solo de trompeta en el medio merece ser llamada mala. ¡Ni en sueños! Es una excelente canción, a pesar de que esa introducción vocal de "tarara, tatara" suena algo ridícula. La gente también suele despreciar a The Refugee y si bien acepto que es lo menos memorable del disco, tampoco es mala; su percusión bombástica puede ser un poco molesta para algunos oídos, pero la canción se sostiene a través de una fuerza imposible de soslayar. El contraste entre ese tribal estribillo y las partes más melódicas funciona bastante bien para mí.

The Drowning Man también suele oler a relleno las primeras veces, pero luego de un tiempo caí en la cuenta de que se trata de algo muy especial; las tormentosas guitarras acústicas nos presentan una faceta sutil de The Edge, desconocida hasta el momento, y la canción, aún sin una melodía identificable para ofrecer, hace converger a todos sus elementos en una intensidad oscura capaz de poner a prueba la sensibilidad de muchos, incluído yo. Casi en las antípodas se ubica la arrolladora Like A Song, una bestia de siete cabezas que no compra sutilezas de ningún tipo: golpes de tambor monstruosos, descargas de guitarra apolíneas y un Bono exultante que se canta la vida de principio a fin. Francamente, no sé qué tenían los flacos estos en la cabeza para arreglar de semejante forma un tema pacifista: lo único a lo que me incita Like A Song es salir a destrozar todo a palazos, sean vidrieras, autos o cabezas de personas. En todo caso, queda demostrado de qué se trata el álbum: Like A Song es un temazo, pero solamente porque ROCKEA sin la más mínima piedad, concesión o reparo.

Esos son los temas secundarios del álbum y ¡Caray! ¡Todos me encantan! Lo que serán entonces los REALMENTE buenos ¿No? Uno de ellos, sin espacio para las dudas, es Surrender. Todavía no termino de entender por qué diablos nadie habla NUNCA de Surrender. Me enferma. Una épica masiva de semejante calibre debería ser considerada un clásico definitivo o, como mínimo, una joya oculta. ¿Acaso la gente se volvió sorda? Sí, sorda o directamente idiota. Verán, la canción dura cinco minutos y medio, pero a mí siempre se me hacen mucho menos. La intensidad que despliega no tiene nada que envidiarle a ninguna otra de U2; el laburo de guitarra es uno de los pocos momentos del disco que muestran a The Edge en toda su gloriosa dimensión, ya sea en el CELESTIAL riff inicial, en esas lacerantes barridas de sonido o en ese chuga-chuga-chuga SALVAJE que propulsa los versos. Pero además Bono canta unas líneas melódicas inolvidables, el bajo de Clayton me sacude hasta el último pelo y los etéreos "Sureeeeender" que ofician de estribillo me elevan por por los aires, sumándole una profundidad intangible a la ferocidad del tema. La letra, mientras tanto, provee todo tipo imágenes desesperadas que me hacen ver una ciudad iluminada en la noche desde una torre muy alta, mientras las frustraciones y dolores del alma gritan desde muy adentro invocando el suicidio. ¡Maldita sea! No se puede creer que alguien se olvide de una canción así.

Pero hay más, y las canciones que sí son recordadas como clásicos se lo tienen merecido: La feroz diatriba contra el armamentismo nuclear Seconds es la canción más funky de toda la carrera del grupo y ¡Es excelente! Me fascina ese ritmo de bajo, esos rasguños de guitarra acústica y esos suaves "oooohhhhh" que agregan dramatismo. Lo notable de Seconds es que The Edge la canta en parte y es realmente MUY DIFICIL distinguir su voz de la de Bono. Two Hearts Beat As One es otra gran masa amorfa de puro ritmo y potencia que, otra vez, ejemplifica a la perfección con qué cartas juega War. Acá no hay melodías pegadizas ni texturas llamativas de ningún tipo: simplemente un ataque permanente, infernal, agotador, en el que a Bono le alcanza con repetir una y otra vez "Can't stop the dance, this is my last chance" mientras bajo, batería y guitarra machacan sin descanso para infectar de ritmo, pasión y furia a los oyentes. Pareciera una canción de amor; si es así, debe ser la canción de amor más brutal jamás concebida en el reino de los mortales.

Es lo mismo ocurre con ese himno increíble llamado Sunday Bloody Sunday que, aún con los acordes de guitarra eléctrica considerablemente enterrados en la mezcla, detona como un revoltijo sangriento de horror e ira. "There's many lost but tell me who has won" se pregunta Bono en medio de una urgente desesperación ante la matanza de inocentes. El Domingo Sangriento ocurrió en 1972, la canción fue grabada en 1983 y la escuchamos hoy en 2005; nada de eso importa, porque la terrible angustia de la letra suena tan actual hoy en día como lo fue siempre. Basta con recordar los bombardeos sobre Irak, los atentados en New York, Madrid y Londres o la masacre de Osetia del Norte, en Rusia. Y ni siquiera hace falta irse tan lejos; acá en Argentina, en 2001, murieron 25 personas en un día en manos de la represión policial. Es decir, el Sunday Bloody Sunday se repite todo el tiempo y en todo lugar, y siempre hay un motivo para preguntar "How long must we sing this song?". Si es que alguien puede responder.

Pero el highlight definitivo de War es la fantástica New Year's Day. No es del todo obvio sobre qué trata la letra, pero aún así el tema transmite una impresionante atmósfera de situación límite, de revelación histórica, de drama, tensión y desesperación colectiva que en realidad no se puede definir con palabras. Es para mí la banda de sonido perfecta para la víspera de una guerra, un bombardeo aéreo o una revolución civil violenta. Aunque quizás no tenga que ver con eso. Es probable que Bono se haya inspirado en el movimiento anti-comunista "Solidarnosc" de Polonia, que a principios de los 80's fuera varias veces reprimido por los soviéticos sin poder evitar su victoria, pero como la composición no es nada específica al respecto, la interpretación es universal. La cuestión es que esa sublime melodía de piano, el fenomenal pasaje solista de The Edge y la apasionada performance de Bono (cómo evitar la piel de gallina con esos "I will be with you again") conforman una experiencia emocional de esas que quedan para siempre. Uno de mis sueños, por ejemplo, es presenciar este tema en vivo: creo que podría llegar a levitar de la impresión.

En cuanto a 40, es un pequeño cierre que incluso parece un reprise meloso y reflexivo de Sunday Bloody Sunday. Se trata de un buen tema, pero por su brevedad carece de peso propio. En fin. War es una obra grande. Si lo pensamos bien, no es muy típico de los ochentas que, mientras todos de diviertían con el "chiribín chiribín" de Michael Jackson, Prince y Madonna, una banda tuviera las pelotas para salir a declamar a los cuatro vientos su disconformidad con el mundo y, si bien a U2 se le puede criticar muchas cosas, no se los puede acusar de hipócritas. Los tipos creen en lo que dicen, y la convicción apabullante que salpican estas canciones es la prueba mayor. El mejor disco de U2. No seas gil: si no lo compraste ayer, compralo hoy.

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Under A Blood Red Sky – 1983

8-/10

"I will be with you again"

1) Gloria; 2) 11 O'Clock Tick Tock; 3) I Will Follow; 4) Party Girl; 5) Sunday Bloody Sunday; 6) The Electric Co.; 7) New Year's Day; 8) 40.

mejor canción: New Year's Day

Para quienes creen que hasta ahora esta página viene demasiado elogiosa, pues bien, este es el momento indicado para echar un poco de ácido sulfúrico sobre Bono Hewson y sus tres amiguitos. Hay un detalle que me molesta un poco (por no decir bastante) de U2: siendo un grupo que se muestra siempre tan preocupado por los países en vías de desarrollo (o, mejor dicho, en vías de seguir muriéndose de hambre durante muchos años más), lo cierto es que los podrían visitar un poco más seguido cuando salen de gira. ¿Han visto en la página oficial el calendario del tour que están haciendo para promocionar How To Dismantle An Atomic Bomb? Parece un chiste de mal gusto: primero Norteamérica, después Europa y después ¡OTRA VEZ NORTEAMERICA! Y con los demás tours, excepto el PopMart de 1998, pasó lo mismo.

¿Y el resto del mundo? ¿Qué hay? ¿Queda demasiado lejos? Porque canciones sobre los desaparecidos en Sudamérica, han compuesto; temas sobre el intervencionismo militar yanki han escrito; conciertos para que le tiren unos vueltos a los africanos, han dado; reclamos por el desarme nuclear, han hecho... Pero cuando hacen giras, prefieren no salir de los centros del poder económico-militar mundial. ¿Qué cosa no? ¿Cuál es el mensaje exactamente? ¿Para qué se embanderan en causas de igualdad global si después son ellos mismos los que anidan exclusivamente en los mercados hegemónicos? ¿Para qué muestran compasión por países que, al parecer, ni les interesa pisar y a los cuales no llevan su música? No sé, me suena medio careta todo esto; me da la sensación de que al final todos sus buenos gestos son puro teatro para la gilada mientras por lo bajo susurran: "Con el tercer mundo, todo bien, pero la plata está acá, y nos quedamos con la plata".

En fin. Ahí fue volando mi desahogo al saber que no podré ver a U2 en Buenos Aires, al menos por ahora. Mientras tanto, la experiencia más cercana a un concierto de la banda que nos queda a los sudacas es este pequeño álbum de 1983 llamado Under A Blood Red Sky. Bueno, llamarlo "ÁLBUM" es un poco excesivo, ya que solamente tiene ocho temitas y por ende se acaba demasiado rápido, mucho más rápido de lo que lo haría un concierto verdadero. Pero, por lo menos, nos brinda una instantánea de cómo sonaban en aquellos años jóvenes y lejanos cuando se montaban sobre un escenario.

Pues, sonaban bien. Under A Red Blood Sky no es tan interesante en cuanto a que por lo general se limitan a reproducir fielmente las versiones de estudio, por lo que no existe una diferencia musical entre escuchar estos cortes o los originales; suenan prácticamente igual. Pero en esa contra también está la gracia: HAY que ser capaz de reproducir los elaborados trucos de estudio que usaban estos flacos arriba de un escenario, y U2, efectivamente, lo logra. Bono no es de esos cantantes que en estudio la rompen y en vivo son un desastre de lo borrachos, drogados o resfríados que están. Todo lo contrario; está en plena forma y es capaz de lanzar las mismas proezas vocales que en los discos. The Edge no se queda atrás, y sus incansables juegos de ecos y delays brindan la misma claridad que siempre, hasta el punto de que por momentos lo suyo no se distingue en absoluto de la performance original (el riff de Gloria, por ejemplo, está IDENTICO).

Por eso, la importancia de Under A Blood Red Sky no pasa por la novedad, sino por el poderoso magnetismo que la banda es capaz de transmitir en vivo a través de la interacción permanente con el público. Más que un concierto, el disco tiene la atmósfera de una gran celebración religiosa, en la cual Bono es solamente el animador que guía una fuerza mucho mayor y trascendente que él. El griterío masivo del público no alcanza a eclipsar la solvente interpretación de los temas, pero tiene la suficiente presencia como para agregar toneladas de adrenalina a la mezcla. El oyente escucha cómo el público enloquece en éxtasis, y eso da pie para enloquecerse también desde el sillón del living, la mesa del comedor, el escritorio de trabajo o donde quiera que se esté escuchando el álbum. Por ejemplo: el riff de Gloria a todo volumen, por sí solo, es suficiente para saltar de la silla y romper todo; con el griterío frenético de miles de personas sintiendo la misma pasión al reconocer la canción, esa sensación se magnifica notoriamente. O cuando Bono arenga al público para que éste grite o haga palmas, hay una inmediatez tan grande que el impulso a gritar y hacer palmas, a ser parte también de ese frenesí irracional, aparece hirviendo bajo la piel. Uno se siente unido a esas personas anónimas, unido a la banda, unido a la música en general... y eso es lo que convierte a Under A Red Blood Sky en algo más que un simple álbum. Es una experiencia de comunión espiritual. Todo concierto de rock en cierta medida es así, pero este disco, en particular, lo transmite muy bien dándole un rol primordial al público y sus reacciones y el permanente diálogo gestual con Bono.

La selección de temas es mayormente predecible; están los que tienen que estar de los tres álbumes publicados hasta entonces como New Year's Day, Gloria, I Will Follow y Sunday Bloody Sunday y algunas elecciones un tanto menos obvias como The Electric Co. y 40, que en War era poco más que un epílogo pero que acá se convierte en algo más redondo y antémico. Las verdaderas sorpresas son 11 O'Clock Tick Tock, un excelente single previo a Boy que no aparece en nigún álbum y Party Girl, originalmente llamada Trash, Trampoline And The Party Girl, un oscuro lado B (del aún más oscuro single A Celebration, publicado poco después de October), cuya versión original se puede escuchar en la edición limitada de The B Sides que acompaña al The Best Of 1980-1990. El riff de 11' O'Clock Tick Tock es una de esas cosas que, escuchadas un par de veces, no podrás sacar de tu cabeza por mucho, mucho tiempo.

No hay necesidad de que salgas corriendo a comprarte Under A Red Blood Sky. No es el álbum en vivo más relevante jamás lanzado, básicamente porque tiene solo ocho temas y en definitiva son todos clones de sus versiones de estudio. El plus está en la posibilidad de escuchar 11' O'Clock y en la energía vibrante que transmite la música combinada con las reacciones del público, pero eso no es motivo para darle diez a ningún disco.

 

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The Unforgettable Fire – 1984

9-/10

"I'm wide awake, I'm not sleeping"

1) A Sort Of Homecoming; 2) Pride (In The Name Of Love); 3) Wire; 4) The Unforgettable Fire; 5) Promenade; 6) 4th Of July; 7) Bad; 8) Indian Summer Sky; 9) Elvis Presley And America; 10) MLK.

mejor canción: Bad

Si hay un álbum de transición en la discografía de U2, ese es The Unforgettable Fire. Sin embargo, es demasiado recurrente para mi gusto que los oyentes lo minimicen sobre esta base, catalogándolo como un ensayo descolgado y sin identidad propia que queda siempre a medio camino entre el poder kinético de War y la espiritualidad madura del subsiguiente The Joshua Tree, sin realizarse plenamente en ninguno de los dos frentes. Si me permiten el atrevimiento, empezaré diciendo que este abordaje es bastante lamentable. Que sea claramente un álbum de transición no debería eclipsar el hecho concreto: hay algunas canciones IMPRESIONANTES aquí que rankean junto a lo mejor jamás hecho por U2 y eso es lo que debería prevalecer ante todo. A su vez, que gran parte del material de The Unforgettable Fire pueda ser visto como un híbrido no es malo sino todo lo contrario, ya que implica una versatilidad mucho mayor a la acostumbrada en un disco de U2. Bienvenida sea.

El aspecto transicional de The Unforgettable Fire cuenta con una arista bien conocida: la partida del productor Steve Lillywhite y la llegada de Brian Eno y Daniel Lanois para hacerse cargo del sonido de la banda. Luego de sus célebres colaboraciones con David Bowie y Talking Heads, además de una interesante discografía solista, puede decirse que Brian Eno era el productor más grosso con el que una banda podía contar en su época. El cambio en la música, como era de esperarse, es bastante notable. Si este cambio es positivo o negativo... ¡Ahhhh! Ése es todo un tema que me plantea sensaciones encontradas; por un lado, Eno y Lanois le dan a U2 algo así como una tercera dimensión envolvente que los tres discos anteriores no poseían y en cuya comparación no pueden evitar sonar un poco cuadrados. El nuevo sonido de U2 engendra un espacio vasto, evocativo, donde sentimos que podemos nadar y perdernos hasta el infinito, en contraste con esa impresión de pared rígida que daba el tratamiento de Lillywhite. Y para lograrlo, la banda no ha tenido que convertirse en un conjunto de "ambient" o "new age" ni nada parecido: es el mismo U2 de siempre, solo que si antes estaba en una ciénaga, ahora está levitando sobre una gran nube, irradiando más que nunca toda su mística.

El asunto es que a cambio de esta profundidad, Eno suaviza ostensiblemente todas las puntas filosas que tenía hasta ahora la música del grupo, lo cual implica que U2, de a poco, ya se deja de morder y provocar como antes. Deja de ser ese infeccioso manojo de nervios y energía para convertirse en una banda adulta de art-rock puro. Ataques directos, frenéticos, brutales como Sunday Bloody Sunday o Like A Song comienzan a quedar en el recuerdo, con apenas un par de excepciones aliviando cada tanto la monotonía. Es decir, el cambio me genera aprobación y dudas por partes iguales pero creo que, en definitiva, el resultado final es un empate. El sonido que logra Eno no será tan directo, pero es más atractivo. No será tan explosivo, pero es más profundo. No será tan excitante, pero es más hermoso. En fin, te saca algo pero te da algo a cambio, y por eso la balanza sigue estando equilibrada.

Igualmente esa falta de energía rockera no se extraña tanto en The Unforgettable Fire. Ocurre que, al ser un álbum de transición, todavía retiene algo de lo viejo mientras empieza a mostrar algo de lo nuevo. Ergo, es el único capaz de ofrecer simultáneamente lo mejor de AMBOS paradigmas y eso, gente, lo convierte en forma automática en la obra quintaesencial del grupo y una de las que más insistentemente me vuelan la cabeza. Si hay oyentes que utilizan "la transición" como excusa para declarar a The Unforgettable Fire un ensayo fallido que no es ni una cosa ni la otra, yo lo defino como un crisol donde el U2 brutal de los discos anteriores y el U2 etéreo que vendrá conviven de forma totalmente MARAVILLOSA. ¿Quieren pruebas? Pues bien, ¿Acaso Pride y Wire no rockean como dos bestias sedientas de carne humana capaces de competir con los momentos más intensos de War? ¿Acaso la legendaria Bad no es la epítome del U2 más atmosférico? ¿Ven a qué me refiero? ¡Los dos extremos del grupo, el rockero y el pacífico, navegando en el mismo barco y en su mejor forma! Cómo puede haber gente, me pregunto, que considera The Unforgettable Fire como uno de los puntos FLOJOS de la discografía de U2... Es una falta de respeto.

Es verdad, como claman sus detractores, que no se trata del álbum más consistente del mundo, pero ningún disco de U2, hasta donde yo sepa, es realmente consistente. Haciendo un resumen veo que tiene cuatro clásicos de otro planeta, dos temas francamente muy buenos, tres viñetas agradables y un solo bodrio. En mi libreta, eso alcanza para un débil nueve, aunque sea porque cuando en este disco U2 se pone las pilas, no hay joda: LITERALMENTE SE PONE LAS PILAS. A tal punto lo considero así que me atrevo a decir que la banda NUNCA JAMÁS pudo superar las mejores canciones de The Unforgettable Fire. Sí, y eso incluye a The Joshua Tree y Achtung Baby, íntegros. Claro, otros dirán que bla-bla-bla With Out Without You, o que bla-bla-bla One... ¡Al diablo! No hay nada en esas canciones que pueda siquiera aproximarse a la catarsis devastadora de los dos monumentos que tiene el Unforgettable: Pride y Bad. Ambas son los momentos definitorios de U2, y tan solo New Year's Day puede jactarse de estar en el mismo nivel de supremacía. La célebre Pride (In The Name Of Love), que seguramente ya has escuchado aunque no te suene el nombre, encapsula todo lo bueno de U2 en su gloria bombástica y antémica: la guitarra de The Edge aparece de entrada en su máxima apoteosis rítmica, enmarcada por toque de batería marcial y una sencilla pero inolvidable performance de Bono. La letra consiste en un apasionado tributo a Martin Luther King y no puedo explicar con palabras el clímax devastador que provee en su sencillez. Noten como el primer verso está cantado sobre el riff regular pero para cuando entra el segundo verso The Edge introduce una frase totalmente diferente, mucho más oscura y rockera; ¡Dios! Creo que su guitarra nunca sonó tan bien. O si no, cuando Bono canta "They took your life / They couldn't take your PRIDE" con una convicción tan demoníaca, que me deja hirviendo todas y cada una de las veces. U2 simplemente no puede volar más alto que esto.

Pero si hablamos de CLÍMAX, la última palabra la tiene Bad, una plegaria de Bono por un amigo adicto a las drogas que se perfila como la máxima épica jamás grabada por el grupo. Bad es literalmente una secuencia de DOS acordes estirada hasta SEIS minutos sin variación de tempo... ¡DOS MALDITOS ACORDES! Creo que U2 es la única banda sobre la faz del planeta capaz de hacer un HIMNO EMOCIONALMENTE APLASTANTE con dos miserables acordes repetidos hasta el infinito. Les digo que hay que escucharla para poder creerlo; tan solo la voz de Bono (que alcanza aquí niveles ridículos de resonancia emocional) y los sutiles trucos ambientales de Brian Eno logran uno de los mayores milagros jamás vistos en la historia del rock. La canción es un crescendo que comienza de forma bien suave para subrepticiamente, sin costuras, ir aumentando la tensión hasta explotar y acabar virtualmente ROCKEANDO de la pura potencia que destilan los tipos. Yo les comunico que cuando entra la percusión y Bono canta "Let it go, surrender" siento que se me derriten los globos oculares, y cuando el climax absoluto comienza a desgajarse con esos RUTILANTES "To let it go... and so to fade away", siempre tengo la sensación de que no hay nada más en el mundo; en ESE momento, si alguien me dijera que U2 es la mejor banda de rock de la historia, me lo creería sin problemas. Es una canción espectacular, insoportablemente buena, y después de escuchar Bad, todo The Joshua Tree se me hace trivial. Una pena.

Junto a semejantes opus el resto del disco podría palidecer, pero afortunadamente no es el caso. Hay más. A Sort Of Homecoming, un poema sobre volver a casa luego de un largo período afuera, es la introducción más sobria que tuvo jamás un disco de U2. La única palabra que tengo para definirla es: "hermosa". Es simplemente hermosa, con una melodía de Bono que fluye como seda y una producción que instantáneamente alerta sobe la presencia de Brian Eno. La percusión es nutrida, pero nunca se hace tormentosa como en The Refugee, y las guitarras crean una perfecta nebulosa de sonido informe que invitan casi a recostarse sobre ella. El cuarto temazo es la frecuentemente olvidada Wire, uno de los últimos en rescatar toda la dinámica tensa de la primera etapa de la banda y, de yapa, llevarla hasta sus últimos límites. Bono canta demasiado bien (no jodamos, el flaco estaba en su cúspide vocal) y The Edge está por todas partes escupiendo cientos de espasmos electrónicos a la vez y ¡¡¡ROCKEA COMO LA PUTAMADRE!!! Es un show pirotécnico fascinante. Si algún día quieren impresionar a alguien con un tema de U2, no duden en hacerle escuchar Wire a todo volumen y ver como su cabecita vuela por los aires como globo pinchado. De lo más electrizante que hayan hecho jamás.

Otros dos temas excelentes pero en mi opinión no tan contundentes son The Unforgettable Fire y Indian Summer Sky: La canción titular suena casi como Phil Collins (lo cual no es un cumplido), pero zafa gracias a la impecable labor de Eno y Lanois (todo tipo de soniditos atmosféricos y gustosas oleadas de sintetizadores por todos lados) y a los celestiales falsetos de Bono. Estrictamente, The Unforgettable Fire es la máxima proeza de producción de todo el álbum; los tipos hacen que un tema así nomás salga a la cancha casi como otro clásico inmortal. Por su parte, Indian Summer Sky es, para mi gusto, la gema infravalorada del álbum. Si bien no es más que una reescritura inferior y domada de Wire, el drive insistente que imprimen las guitarras no está nada mal (¡Cómo va a estar mal si toca The Edge!) y el estribillo de tintes indígenas ("So wind blow through my heart") es mucho más pegadizo de lo que todos suelen reconocer.

Y lo que queda es el relleno. El aparatoso experimento Elvis Presley And America es una monstruosidad atmosférica que arruina bastante el disco y demuestra cómo un zumbido monocorde no siempre deriva en piezas maestras como Bad. Aún así, no es tan horrible como sugieren algunos; traten de dejarse envolver por su capa de sonidos y quizás no se duerman después de todo. Promenade es una balada breve, muy tranquila, que si bien no agrega nada muy relevante, es bastante bella; 4th Of July es una buena frase instrumental puramente atmosférica que no quedaría mal en algún disco solista de Brian Eno, aunque fue tocada por Clayton y The Edge sin advertir que estaban siendo grabados, y MLK es tan solo un cierre reflexivo que pierde la mitad de su efectividad por culpa de la anti-climática Elvis.

The Unforgettable Fire es el disco de la banda que más divisiones genera en sus oyentes. Yo estoy entre quienes lo ven como una de sus obras maestras, y aunque War me impresiona un poquitito más por su mayor consistencia y su incomparable fiebre revulsiva, su sucesor bien podría ser el que más claramente retrata la grandeza hímnica de la banda, ofreciendo su clásico sonido ambiental aún agraciado con ocasionales brotes de aceptable furia rockera. Aún cuando Elvis Presley And America sea una completa pérdida de tiempo, canciones de la talla de Bad, o Pride o Wire no se encuentran en muchos álbumes y eso, convengamos, aporta su valor agregado.

 

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Wide Awake In America – 1985

8-/10

1) Bad; 2) A Sort Of Homecoming; 3) Three Sunrises; 4) Love Comes Tumbling Down.

mejor canción: Bad

Este modesto EP de apenas cuatro canciones es solamente una excusa para publicar una TRASCENDENTE versión en vivo de ocho minutos de Bad, o bien para hacer un poco de cash adicional, ya que The Unforgettable Fire solamente había sido acompañado con dos singles (Pride y el tema titular) y bueno, comparado con otros álbumes eso es bastante poco. Quizás no lo encuentres en las disquerías y quizás ni siquiera vale la pena que gastes tu plata en un CD con solamente cuatro canciones, pero lo que te recomiendo es que encuentres SÍ o SÍ la versión EPOPEYICA de Bad que, como todo el mundo sabe, es una de las tres o cuatro canciones definitivas de U2. With Or Without You tu abuela.

No estoy seguro de que sea la versión DEFINITIVA del tema, ya que la original me parece suficientemente INCREIBLE, IMPRESIONANTE y APLASTANTE como para imponerse por sí misma, pero el tratamiento hímnico-épico ultra apasionado que le dan los tipos acá es algo que todos deberían escuchar al menos una vez antes de morirse. Dos cosas llaman la atención: por un lado cómo U2 puede tocar en vivo sin sacrificar un ápice de la magnificencia sonora de su trabajo de estudio. Quizás tuvieron que usar playback, doblados o algo por el estilo (Por ejemplo: ¿Quién toca el loop introductorio de sintetizador?), pero aún así la guitarra de The Edge suena de forma celestial, la batería patea todo tipo de glúteos y Bono canta con una perfección que asusta. La otra cosa que llama la atención es el tratamiento ligeramente más angular, más "rockero" que le dan al tema, que en determinado momento se construye como un ajustado groove improvisacional que predice cosas como Were The Streets Have No Name. En fin: un verdadero "must".

Lo bueno es que la versión en vivo de A Sort Of Homecoming también se codea con la excelencia, brindándonos una introducción climática tan efectiva que me siento físicamente ahí mismo, en el estadio, cantando con la gente y sintiendo esa molesta carne de gallina cada vez que vuelvo a escucharla. Si estos dos temas no te dan ganas de ir a un concierto de U2, aún hoy que ya están entrando en el terreno del robo, algo siniestro ocurre con tus neuronas.

Las tomas de estudio Three Sunrises y Love Comes Tumbling Down, por su parte, son dos lados B del single The Unforgettable Fire que hoy en día se consiguen fácilmente en el (incompleto) compilado The B Sides que acompaña algunas ediciones de The Best Of 1980-1990. Ambos son suficientemente agradables, pero al revés de lo que ocurre con otras bandas, se nota que son lados B. Three Sunrises tiene algunas bonitas melodías de guitarra, y esos "Sunshine... sunshine on me" me recuerdan bastante a ¡Yes!, pero en términos de composición, el tema podría haberse aventurado un poco más allá de repetir "Looooooooove" "Looooooooove" todo el tiempo. La otra, Love Comes Tumbling Down, contiene una intro de guitarra casi clásica, pero la melodía vocal llama poco la atención.

No esperarán conclusiones profundas sobre ESTE disco en puntual ¿No? ¡Claro que no! Traten de escuchar esta versión de Bad y quizás la idea de que U2 es la banda más grande de los últimos 25 años les deje de sonar TAN descabellada como antes.

 

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The Joshua Tree – 1987

9-/10

"You're all that's left to hold on to"

1) Where The Streets Have No Name; 2) I Still Haven't Found What I'm Looking For; 3) With Or Without You; 4) Bullet The Blue Sky; 5) Running To Stand Still; 6) Red Hill Mining Town; 7) In God's Country; 8) Trip Through Your Wires; 9) One Tree Hill; 10) Exit; 11) Mothers Of The Disappeared.

mejor canción: Bullet the blue sky

Pocas ideas nuevas. Igual, convengamos, no todos los álbumes de rock necesitan sí o sí ideas nuevas para ser efectivos, y ¿Qué mejor prueba que The Joshua Tree para demostrarlo? El único detalle a resolver es que no me queda del todo claro dónde reside la grandiosidad de este disco... Y digo "grandiosidad" no solo porque personalmente me gusta bastante (aunque costó), sino más que nada porque casi todo el mundo lo adora. Aunque a veces el inferior Achtung Baby suele generar algo de competencia, está bastante extendido entre los oyentes el consenso de que éste es el mejor álbum de U2, el más grande de la infame década del 80 y... ¡Ay! ¡Si fuera solo eso! Lisa y llanamente, The Joshua Tree ha sido ungido como una de las más sacrosantas Obras Decisivas para la historia del rock and roll; el mito más grande que tenemos desde The Dark Side Of The Moon y el álbum que promovió a U2 al status de superestrellas galácticas que aún hoy ostentan y utilizan a gusto para centrifugar algunos palos verdes cuando los necesitan.

Obviamente, opino que semejantes lauros son exagerados. Demasiado incluso para la propia salud del álbum, ya que la monstruosidad del mito, como suele ocurrir en estos casos, no puede ser igualada por la calidad de la música y así es como no tardan en surgir las previsibles reacciones anti-hype que claman que el disco, en realidad, es una pila de basura comercial, mediocre, aburrida, ploma, banal y unos cuantos etcéteras más. Pamplinas. En definitiva, The Joshua Tree es un excelente álbum de rock, como tantos otros, solo que ha tenido la fortuna (o el infortunio, según cómo se mire) de aparecer en el momento indicado armado con los elementos indicados. Si este mismo álbum, tal cual suena, hubiera salido al mercado pocos años después, en el seno de la explosión grunge liderada por Nirvana, creo que nadie le habría llevado el apunte. Pero no: fue publicado en 1987, un momento de vacío total en el que los oyentes necesitaban con desesperación un poco de BUEN ROCK CLASICO y no lo tenían porque las grandes bandas del pasado estaban extinguidas o en vías de extinción. Y las marcas que deja una época, se sabe, son indelebles: ergo, es un clásico inmenso y, probablemente, el último álbum de "rock clásico" en el sentido estricto del término.

Fuera de este factor externo, no hay mucho a lo que aferrarse para comprender el mito. La música, si bien de una profesionalidad y una solidez naturales para una banda de este calibre, no tiene un punto fuerte obvio, extraordinario, genial que permita explicar de una vez y para siempre qué hace de The Joshua Tree algo tan especial. ¿Ideas innovadoras? Como dije antes, casi no hay; ¿Melodías? Equivalentes a la media de cualquier álbum de U2; ¿Resonacia emocional? Nada que no se haya visto en sus discos precedentes; ¿Calidad de canciones? Pareja, pero sin puntos que superen un New Year's Day o un Bad; ¿Poder rockero? Casi inexistente; ¿Sonidos o grooves interesantes? Muy pocos; ¿Atmósferas hermosas? Algunas, pero no parece una razón de mucho peso para entender la reputación de un disco... En fin. Pareciera simplemente que Bono y sus secuaces se sacaron la lotería.

Y sin embargo, The Joshua Tree ES especial. No será la obra maestra definitiva que se ha dicho que es, pero tiene algo que lo convierte en una experiencia única y universal. Algo que determina que, al fin y al cabo, podamos hablar de otro gran disco que, si bien a mí no me atrae tanto como los dos anteriores, está indudablemente entre las mejores obras del grupo. Pero es muy difícil determinar con exactitud qué es ese "algo" que lo convierte intrínsecamente en un gran disco. Tal es así que al principio The Joshua Tree no solo no me parecía la gran cosa, sino que hasta me resultaba aburrido. En parte porque la tensión, el frenesí y los decibeles de antaño están totalmente domados en favor de suaves cortinas ambientales, asordinados cascabeleos y una solemnidad agobiante que no da tregua. La percepción, muy desesperante en las primeras escuchas, es que las canciones NO SE SUELTAN, que están ahí, anquilosadas, buscando salir del paso con un par de acordes perezosos haciendo las veces de himnos. Se transluce también, y todavía la siento de a ratos, una sensación incómoda de que todo está cuidadosa y concientemente manipulado para provocar la máxima respuesta emocional, como si pagaran por lágrima derramada, y que cualquier rastro de espontaneidad, de frescura, de hambre está sepultado bajo cientos de metros de seriedad.

No sorprende en absoluto que algunos oyentes entusiasmados con la voracidad rockera de los primeros discos se sientan, de alguna forma, "traicionados" por la calma reflexiva que impera en este quinto álbum de estudio. Se hace bastante tentador descartar a The Joshua Tree como mero rock corporativo convenientemente lavado para las FM. Para colmo, el hecho de que en el plano conceptual sea poco menos que una declaración de amor hacia los Estados Unidos (matizada con la inclusión de leves tintes country y bluseros cada tanto), contrasta violentamente con las excitantes ínfulas revolucionarias de los primeros álbumes ¿Un grupo de rock, activista, político, glorificando a la metrópolis del imperialismo global en pleno auge de la restauración neo-liberal? ¡Todo mal!

Por suerte, con las repetidas escuchas la cosa va cambiando para mejor. Mi teoría: The Joshua Tree es, ante todo, un álbum de sutilezas. SUTILEZAS, señores y señoras. Y debido a que la sutileza NO ES precisamente uno de los máximos atributos del primer U2, se hace necesario agudizar un poco los sentidos para captar la experiencia en todo su potencial. Una escucha normal y sin involucrarse, esperando ataques demoledores, no sirve: hay que afinar bien el oído y captar todas esas pequeñas cosas que están ahí pero que al principio no son evidentes: la irrepetible pasión de la voz de Bono al cantar Running To Stand Still o One Tree Hill; los bellos sonidos de guitarra que logra The Edge en With Or Without You o In God's Country; el feroz groove que se esconde bajo la producción tal vez demasiado limpia de Where The Streets Have No Name; el infernal rugido de las guitarras en Bullet The Blue Sky; el evocativo arrastre hímnico que tienen I Still Haven't Found y Red Hill Mining Town; la conmovedora historia detrás de Mothers Of The Disappeared... En fin, todo un rosario de pequeños relieves gloriosos que se esconden tras la pátina "adultosa" y "comercialota" de la primera impresión y que le dan a la obra un carácter panorámico, definitivo y atemporal que no se puede encontrar en ningún otro álbum de los 80's.

Así mismo, en cuanto a lo conceptual, hay que entender que el homenaje a los Estados Unidos que hace la banda es más espiritual que faccioso o político, no es patente en todos los temas, no está extento de ambiguedades, no oculta en ningún momento los aspectos negativos de la nación y lejos está de caer en un patrioterismo barato, fanático y bobo. ESO es a mi entender lo que convierte a The Joshua Tree en un disco que vale la pena: las exquisitas sutilezas que están ocultas, tanto en la música como en las letras, y que hay que buscarlas. Sí o sí hay que buscarlas. Creánme: una vez que se encuentran, la excesiva suavidad del disco deja de ser un problema.

Aún así, lo confieso, me traicionan los fantasmas de War: por eso mi absoluta favorita es la antibélica Bullet The Blue Sky, una tremenda masa de electricidad desatada que es, por lejos, la canción más heavy de todo el catálogo de U2. Sin embargo, no es ni por asomo un rocker como cualquier otro. No hay un riff claramente delineado y la melodía casi no existe; sin embargo los tipos logran, con muy poco, crear una atmósfera bélica APOCALÍPTICA e INFERNAL, cuya intensidad en los anales del rock solo puede compararse con cosas como Gimmie Shelter de los Rolling Stones o When The Levee Breaks de Led Zeppelin. Solo necesitan un característico toque de batería, un bajo bestial y una guitarra eléctrica lanzando cortinas de distorsión. Nada más. Y es genial; esos primeros lenguetazos de electricidad pura que descerraja The Edge en la intro prácticamente te hacen ver las llamas gigantes elevándose sobre algún bosque tripical centroamericano en medio de una batalla brutal, mientras familias enteras corren aterradas. Y ni hablar del estremecedor solo del final o esas mortíferas notas que se descargan en el estribillo como lejanas ametralladoras... Al principio puede sonar un poco aparatosa, pero no caben dudas de que Bullet The Blue Sky es una proeza de la simplicidad más absoluta alcanzando el máximo impacto sonoro y emocional posible.

Antes de Bullet están las "tres grandes", los tres singles y cortes de difusión que todo el mundo conoce, incluyendo a la abuela y al loro. Como los flacos estos no pueden con su genio, aparecen todos juntos al principio. Más allá de su condición de hit, las tres son bastante buenas, especialmente With Or Without You, canción que si bien escuché por la radio (y en "Friends" cada vez que Ross y Rachel se peleaban) cientos de veces, no fue hasta que lo hice en el contexto del álbum que pude apreciar verdaderamente su grandeza. Lo que más me llama la atención, además de la ya clásica línea de bajo, es lo bien que suena la guitarra de The Edge; tarda en aparecer, pero el momento exacto en el que lo hace, es como estar en el paraíso. Por su parte, Where The Streets Have No Name y I Still Haven't Found What I'm Looking For son más o menos la misma canción; la primera, un crescendo en el que potencia sonora se confunde milagrosamente con majestuosidad atmósferica, me encanta. Pero I Still Haven't Found me cansó un poco. Reconozco, quién no, que es un gran tema (¡¡Ohhh, la guitarra del comienzo!!), pero siempre huelo en él una intención muy conciente, muy obvia, muy prefabricada de ser un "Himno Emocionante Y Profundo" que me transmite mucha pompa y poca sinceridad. Igual es algo muy subjetivo, y aún así hay veces que la disfruto bastante: después de todo es una canción con la cual cualquiera se puede identificar: ¿Quién encontró lo que está buscando? Es más ¿Quién SABE qué mierda está buscando?

Contrariamente a lo que muchos creen, estas cuatro primeras canciones NO SON las vedettes exclusivas en un disco de relleno puro. Al contrario: pienso incluso que The Joshua Tree es lo más cercano a un álbum verdaderamente consistente que ha hecho U2, incluso más que War. No hay una sola canción realmente floja y las que más se acercan a serlo no están tan por debajo del resto. De hecho, hay otras cuatro canciones que me resultan tan excelentes como las ya mencionadas. La a veces olvidada balada Running To Stand Still es una de ellas; su gentileza contrasta de manera perfecta con la tempestad precedente de Bullet The Blue Sky; dando la impresión de una paz muy profunda luego del más sangriento aquelarre. La preciosa introducción de pseudo-country, la gran vocalización de Bono cantando acerca de la heroína, el minimalismo perfecto de los arreglos, y esas delicadas pinceladas de armónica sobre el final se combinan para crear lo que quizás sea el momento más auténtico, poético e intimista de todo el álbum, demostrando más que nunca que U2 también puede erizarte la piel con la dosis mínima de bombástica. La siguiente Red Hill Mining Town, acerca de la decadencia de un pueblo minero, también tiene un impacto emocional inmenso, pero esta vez gracias a una mayor potencia de sonido. Si bien no alcanza las alturas divinas de Bad, el estribillo ("¡Hanging on, you're all that's left to hold on to!") destila una pasión ARROLLADORA donde The Joshua Tree alcanza por fin su clímax. No hay ningún truco raro: es Bono gritando lo más que sus pulmones le permiten, y él solito hace a la canción. Qué muchacho.

In God's Country es otra que me apasiona bastante. Es más leve que las canciones precedentes, menos sombría y su espíritu de regocijo ayuda a imaginar amplios cielos azules sobre valles interminables; aún así su melodía no deja de ser antémica y la guitarra de The Edge brinda algunas de los más perfectos sonidos jamás grabados, sobre todo al final, cuando explota de pronto con notas mucho más agudas de lo que cualquiera tiende a imaginar. El efecto es casi orgásmico. Por último, soy también un incondicional devoto de One Tree Hill, el emotivo tributo de Bono a un amigo muerto. Se trata de una canción sencilla, sin pretensiones exageradas y una melodía tan natural, tan fluida, tan preciosa que casi parece obvia, especialmente cuando cantan ese "It runs like a river, runs to the sea", tan bello, tan transparente, tan eterno... simplemente siento que se me derrite el alma.

Las tres canciones que quedan no son tan maravillosas en mi opinión, sobre todo la extraña Exit, que busca agregar una cuota de oscuridad un tanto forzada cuando en realidad ya había de sobra con Bullet The Blue Sky. La muy alegre Trip Through Your Wires, concreta muestra de las influencias yankis en el disco, no está mal, pero se me hace bastante rutinaria comparada con las canciones circundantes. Por último, Mothers Of The Disappeared no es brillante en sí misma, pero como epílogo funciona de maravillas. Superficialmente puede parecer una viñeta ambiental cuya única misión es ponerle un punto final "reflexivo" al disco, pero cuando uno piensa que se trata de una canción de cuna para las madres de miles de secuestrados, torturados y asesinados por dictaduras latinoamericanas, la cosa cambia. De solo pensar en una madre que acuna a su hijo, que se queda a su lado hasta que se duerme, que le da de comer, que le compra juguetes y juega... y un buen día, después de años, ese hijo o esa hija desaparece para siempre, aquel "We hear their heartbeat" que canta Bono adquiere un significado TERRIBLE que no puede dejar a nadie indiferente. A pesar de que la canción es efectista (no podía ser de otra manera) no suena manipuladora ni insincera; realmente es un homenaje valioso, y una pintura conmovedora del dolor más profundo que puede sufrir una persona.

Y entonces creo intuir qué es lo que hace de The Joshua Tree algo tan grande. No es la música, que no tiene nada de innovador o importante para su época; es la enorme carga emocional que transmite a través de un grupo de canciones sencillas, transparentes y, para redondear, hermosas. Sí, está sobredimensionado y sí, U2 ha compuesto cosas superiores en el pasado, pero como unidad The Joshua Tree sigue siendo el manifiesto más poético y maduro que hayan hecho. Ya no me importa si no tiene la furia de Sunday Bloody Sunday o un riff tan impactante como I Will Follow; es un álbum de reflexiones, de emociones y sutilezas ocultas. El que no lo sepa ver, se lo pierde como el tonto que es.

 

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